sábado, diciembre 24, 2005

Shh, don't say a word, but Madonna is back!


Mis cero lectores deben saber que pertenezco a esa generación que creció escuchando a Madonna y Michael Jackson, sin que ninguno fueran santos de mi devoción. Y mientras la estrella del segundo comenzó a declinar porque nunca logró salir de la adolescencia y usaba la cabeza equivocada para pensar, Madonna pasó de ser una adolescente con voz chillona, de pato como decíamos en mi casa, a ser una mujer que sabía usar la suya. Nunca presté demasiada atención a sus canciones, aunque era inevitable escucharlas. Por eso eran megahits mundiales a los cuales nadie podía sustraerse. Su carrera se apoyó, en buena medida, en el surgimiento de MTV, y de la mano ambas subieron como la espuma. Madonna era una referencia de la cultura pop a la cual no muchos nos sentíamos atraídos.

Hace un par de años cayó en mis manos, accidentalmente, un disco de ella, Ray of Light, y la sorpresa fue mayúscula. Para empezar, no era un disco de cancioncitas pegajosas y sangronas, sino algo muy, muy distinto. Ni siquiera parecía Madonna. Ray of Light es el fruto de una profunda introspección por parte de Madonna, en la que hace un corte con lo que venía haciendo no sólo como artista, sino como mujer, como ser humano. La calidad musical del disco es impresionante, al grado que en mi lista de los diez mejores discos de la historia, ocupa ahora el número 2, después de The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. De verdad que la Madonna de este disco no es la misma de antes: circunspecta, reflexiva, meditativa. El disco está lleno de melancólicas melodías plenas de una sublime belleza, y hay al menos tres canciones que son verdaderamente conmovedoras por su belleza. Es, en efecto, un disco de madurez, de alguien que no quiere convertirse en una estatua de sal y mira su pasado con la lucidez de quien sabe que la transformación interior ha comenzado.

Ray of Light marca un antes y un después en la carrera de Madonna, pues los discos sucesivos, Music y American Life serán el resultado de ese proceso de introspección iniciado con aquél disco. En particular, American Life es espectacular, pese a que no tuvo muy buen resultado de crítica ni de ventas, por la estupidez y corrección política de los gringos, pues el disco es una crítica al pasado de Madonna y su frívola y estúpida vida proveniente del American way of life, al cual critica aquí, no sin antes haberse llenado los bolsillos merced a éste.

El caso es que estos tres discos constituyen una aventura de madurez, un rito de paso por el cual atraviesa Madonna y sale renovada. Cualquiera podría pensar que un proceso de ajuste de cuentas con su pasado, con su familia, su padre, su madre, las frivolidades del pasado, la búsqueda de una metafísica —para no llamarlo religiosidad o espiritualidad—, son asuntos privados y que al resto de los ajenos a éste no nos importa. Pero Madonna hizo que nos interesáramos no sólo por tratarse de Madonna, sino por su extraordinario talento y genio musical —sí, Madonna es una genio— a través de las mejores canciones de su carrera: sin concesiones, sin espectacularidad, en plena desnudez de espíritu. Y yo le doy las gracias.

Y bueno, después de estos tres discos extraordinarios, Madonna is back! ¡Madonna está de regreso! Con un disco que desconcertará a más de uno, no sólo por el single que se promueve, con un guiño a la música disco y un tributo a uno de los grupos más emblemáticos y populares de la década dorada de la música disco: Abba, sino porque ya no es la misma Madonna de antes. En efecto, la Madonna de Confessions on a Dance Floor ya no es la adolescente que movía todas las pistas de baile del mundo, y que lo hizo por más de dos décadas, y que lo sigue haciendo. No, es una mujer de más de cuarenta años de edad, que asume su edad, y sin desplantes vocales canta apaciblemente canciones de amor maduro, a su ciudad predilecta: Nueva York, en una hermosísima canción que debería ser adoptada por todos los neoyorquinos como su himno, uno de los muchos que se le han escrito.

Para los que piensen que se trata de un disco hecho sólo para bailar, se equivocan. Desde el título Madonna nos dice que no ha abandonado la etapa previa de introspección y auto examen: ¿Por qué creen que lleva por título Confessions? Y es que Madonna, reconciliada con su pasado, después de haberse dicho cualquier cantidad de cosas durísimas en su American Life, regresa para confesarnos la reconciliación con ella misma, y lo hace como mejor podía hacerlo: con un puñado de canciones bellísimas y que de dance sólo tienen el título del disco. El hecho de que el disco sea secuencial no es una estricta novedad: para no ir más lejos, The Dark Side of the Moon y Wish you were here de Pink Floyd, The Snow Goose de Camel, The Lamb lies down on Broadway de Genesis, Misplaced Childhood de Marillion, son sólo unos de los muchos discos secuenciales del pasado más o menos reciente. Lo que lo hace extraordinario es que Madonna concibe su disco como un guiño al pasado de la música de baile y a su futuro, pues Confessions on a Dance Floor es un disco que no se adapta muy bien a la pista de baile, en el sentido de no ser sólo música de baile, es decir no es dance puro, ni es un recurrir a estereotipos musicales como hacer que el disco suene a los setenta. O más bien, sí suena a los setenta, pero a no a los de las pistas de baile, sino al de la electrónica de Tangerine Dream de aquellos años. ¿Sorprendidos? ¡¿Quién dijo que Madonna no tiene cultura musical?!

Igual que el dance de Ray of Light, el de Confessions on a Dance Floor es cualquier cosa menos dance music pura y llana, y Madonna puede darse el lujo de escribir canciones de amor a su ciudad predilecta o al amor de madurez, con pasajes que recuerdan a Eleonor Rigby, o lentas canciones que apaciguan el espíritu bailarín e invitan a la meditación bailable, que podría ser el género a aplicar a este disco: dance meditation —¿no recuerda alguien que Tangerine Dream ya había grabado hace casi treinta años un disco llamado Electronic Meditations?

Como ven nada es casual en este maravilloso y melódico disco, con una Madonna en plena madurez. Yo saludo lleno de entusiasmo este nuevo disco, pero por favor, mis cero lectores, ¡shhh, no lo difundan, pero Madonna está de regreso! Y como fruto de mi admiración hacia Madonna, transcribo el poema que le escribí poco después de escuchar su Ray of Light, perteneciente a mi libro inédito Grund Abgrund:

Madonna Ciccone
I
Con uno mismo
la eternidad es un llamado al alma

guijarros, estrellas, notaciones de viaje
nada realmente importante

mirar y percibir la nada
when your heart’s not open

estar con uno mismo
con una roca en el pasillo
con un silencio y una rosa

los cuervos y la hiedra
el atardecer de un mañana

todo lo buscado y no pedido

agua, Sandarßita, Nihßreyase,
ecos de una tarde aún no arribada

II
A ti también te toca un alma
un espacio por venir
un eco de guitarras disipado
y no hay lugar para otro adiós

has visto ya

queda una palabra
un desnudo a cielo abierto

Por cierto, mis cero lectores, por favor compren el disco, pero no la pinche edición nacional malaca de mierda. Busquen la edición especial con el foto-álbum de Madonna y el cuaderno de 80 páginas para escribir, y un bonus track que es magnífico. Es un poco más caro, pero vale la pena. No compren piratería de Madonna, compren discos originales, y de preferencia esta edición especial o el disco importado, porque el disco hecho en México parece peor impreso que los piratas de Tepito. Habría que denunciarlo con Madonna para que vea las chingaderas que editan en México. ¿Y así quieren que uno le dé la espalda a la piratería? Se pasan de...

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