jueves, diciembre 11, 2008

CERBERO DEFIENDE A LOS MUERTOS (DE HAMBRE)

Mis estimados cero lectores, de nuevo habló el buey y dijo mú. O lo que es lo mismo, este sexenio parece la misma mala película pero con diferentes actores, algunos con franco sobrepeso. Y es que resulta que Jelipillo tuvo la ocurrencia de decir que iba a defender el empleo y el salario de los mexicanos. Sólo faltó que nos dijera que lo iba a hacer como perro, para que la visión fuera completada. Y eso que dijo que ya no íbamos a ver la misma película que antes, que si no...
Como sea, este nuevo desplante presidencial me inspiró un nuevo poema antipatriótico. Aquí se los dejo, seguro que antes que llegue el fin de año tendremos alguna otra muestra del voluntarismo presidencial.
CERBERO DEFIENDE A LOS MUERTOS (DE HAMBRE)

«En otro olímpico momento de cuya memoria
no pocos hoy quieren olvidar o usar
para mezquinos beneficios,
yo, Cerbero, el can supremo del empleo,
defendí como el fiel sabueso que la historia registra
esos óbolos marcados con que al otro lado
algunos pretendían llegar
y al que a veces llegan
al postrer momento de su estancia
en las regiones donde los dioses y hados
su ejemplar labor realizan,
pues siendo yo el fiel garante de ese viaje,
del que aquel judío hijo de banqueros
retratara en su célebre obertura,
a mí me corresponde nuevamente
sin evadir mi responsabilidad
de tomar decisiones serias y prudentes,
estoy haciendo precisamente y poniendo en práctica
todas las acciones que permitan
el impacto atenuar del catarro que afecta al mundo,
para defender el ingreso y el empleo
de esos pobres muertos en vida en esta coyuntura
de la que podemos abiertamente decir
que no es el mortal catarro
que algunos otros pobremente describieron,
pero a la cual convocados estamos
a estar pendientes de sus vientos y azotones,
pues pasada la tormenta,
la economía de este sitio
[do las almas penan y en silencio andan]
más rápido crecerá, será más fuerte
y generará muchísimos más empleos
para poder construir la región
que nos hemos propuesto:
justo, seguro, próspero, en beneficio
de las futuras generaciones de muertos… de hambre.
Así que a defender como can de nuevo
el destino, y a ladrar se ha dicho.»


11.diciembre.2008

Versos 13-14: Referencia a la Obertura de concierto Meeresstille und glückliche Fahrt, Op. 27, de Felix Mendelssohn.
Versos 16-22: Paráfrasis de las palabras de Jelipillo, Presidente del desempleo, pronunciadas desde el 8 de diciembre hasta el 10 de diciembre de 2008 en varios foros. Tomadas de http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/12/08/defendera-gobierno-ingresos-y-empleos-ante-impacto-recesivo-calderon
Versos 29-30 y 32-37: Paráfrasis de palabras pronunciadas por Jelipillo el 8 de diciembre de 2008, durante la XIX Convención del Mercado de Valores, o sea los riquillos de siempre y dueños de su Presidencia y del país. Tomadas de http://www.presidencia.gob.mx/prensa/?contenido=40738

viernes, noviembre 14, 2008

Calígula lamenta la muerte de Incitatus

Mis estimados cero-lectores. Esta semana que concluye se efectuó en México un maratón de poesía dedicado a José Emilio Pacheco en Donceles 66, desde el 12 hasta el 14 de noviembre, con un listado de casi 150 poetas que leyeron sin descanso desde el mércoles 12, a las 14:00 horas locales , sin parar hasta el viernes. Algo impresionante. Toda clase de personas, poetas serios, poetas ocasionales, gente que no tiene otra oportunidad para exponer sus versos, se dieron cita para leerlos ante un público que siempre escuichó a cada lector con absoluto respeto y silencio. Algo en verdad nunca antes visto. ¿Se extrañó la presencia de poetas de renombre, ganadores de premios o becas del Conaculta? Honestamente, no lo sé. Yo creo que no. De nuevo, la mezquindad del medio literario para alternar con gente sin prestigio, representantes de comunidades indígenas leyendo en su propia lengua, amas de casa, señoras, señores, poetas jóvenes, y gente común y corriente, que lo único que deseaba era comparitr sus versos, no importa cuán bien o mal hechos estuvieran, cuán actuales o desfasados estuvieran, fue lo que importó. Yo estuve cerca de diez o doce horas entre el miércoles mismo y el jueves, y pude oír toda clase de versos, y no lo lamento. Dos veces leí poemas, tanto el miércoles como el jueves. Allí estrené formalmente los poemas antipatrióticos, algunos de los cuales que ya han podido leer en este espacio.
Les dejo este poema verdaderamente antipatriótico, dedicado a la muerte del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y a las palabras que el presidente Jelipe Cola de ratón le dedicó. El poema hizo soltar la carcajada a un par de personas cuando escucharon el título.
Sin más, les dejo este poema, Calígula lamenta la muerte de Incitatus:


CALÍGULA LAMENTA LA MUERTE DE INCITATUS

«No dirijáis vuestra mirada hacia el vacío
pues nada allí encontraréis que antes
no estuviese de una forma u otra.
Hacia el mañana promisorio ver
es lo que siempre en estos casos se hace
y es lo que a los pequeños les decimos
hacer deben para olvidar la vida
y lo que a diario acontece.

Pero a esos que en lo alto están
y aurigas del destino son, les toca,
como ahora, decir la apología
de quienes enaltecen el alto don
de hacer que la nación avance y brille
aunque en cenizas y pedazos quede
el glorioso sino que juntos consumíamos.

Y hubo muchos que el nombre mancharon
de Incitatus cuando él sólo mantuvo viva
una rica y fuerte tradición de servidores
de la Patria que desde los honorables
José Antonio López de Santa Anna
y José Yves Limantour
hasta nuestros días viva se mantiene
merced su elevado sacrificio y don de mando.
Que nadie dude de la casi beatitud
que a cada uno de sus actos impulso dio
porque Incitatus fue uno de mis más cercanos
colaboradores y uno de mis mejores
y más entrañables amigos, cuyo talento,
tacto y capacidad estratégica y de diálogo
permitió que la nación avanzara
y que hizo que el gobierno avanzara
en la persecución de sus objetivos
que son equivalentes a buscar
el vellocino de oro y el jardín de las Hespérides
para las futuras generaciones de patriotas
que un día esperan ver cumplido el augur
que sólo ahora se convierte en lema
milagroso que da sentido y gloria
a la labor de darle al buen gobierno
su verdadera dimensión de entrega
y arduo sacrificio no siempre comprendido
y que ahora conviene señalar
y cincelar en letras de oro
como aquello que mejor define lo que Incitatus
y tantos ignorados héroes patrios
se mueren, y a veces matan, por hacer
y sólo algunos como él lo logran: “Vivir mejor”.»

viernes, noviembre 07, 2008

El derecho al rencor

Con la muerte del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, muchas cosas salen a relucir, tanto en lo referente a su relación con el Presidente de la República, como en lo referente a lo que debería ser un funeral de Estado. En este último aspecto, la ceremonia efectuada en el Campo Marte y transmitida por Televisa la medianoche del jueves 6 para amanecer 7, denota que no existe un protocolo que regule este tipo de solemnes ceremonias. Con solemne me refiero no a un respeto hacia el secretario de Gobernación, por quien no siento la menor simpatía, sino porque se supone que el Estado mexicano está supuestamente de luto. En lugar de eso, lo que se pudo observar fue el elogio hecho por el amigo, el amigo dolido por la muerte de su cotlapache, pero no vimos, en ningún momento, una ceremonia luctuosa conducida por el jefe del Ejecutivo asumiendo la dignidad que el cargo amerita. Por el contrario, si el fallecido fue un patriota —cito las palabras textuales del Presidente: “México ha perdido a mexicanos patriotas que trabajaron al servicio del Estado mexicano”—, sobre cuyo patriotismo no sabemos absolutamente nada, cabe preguntarse por qué razón la bandera nacional no estaba a media asta. Se trata de la muerte del segundo hombre más importante en el país, cuyo fallecimiento no significó un luto por parte del Estado, un luto que sí vimos y seguimos viendo en fechas solemnes como los aniversarios del temblor de 1985. De hecho, son escasas, si no es que nulas, las fechas en que oficialmente el Estado mexicano se pone de luto.
Con la afirmación que hizo Luis XIV de que L’État cest moi, entonces una muerte al interior del gabinete debería ser ocasión de luto no personal sino institucional, porque es el Estado el que pierde a uno de los suyos en primer lugar, y después es el ciudadano Presidente quien sufre tal pérdida. Pero aquí no vimos eso, de acuerdo a lo visto en tan deslucida y torpemente organizada ceremonia luctuosa. Es realmente patético ver una ceremonia luctuosa conducida por el Presidente de la República, quien entrega a los deudos de los fallecidos una bandera oficial mexicana, recibiéndola de un oficial de la policía auxiliar y no del titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, pese a que estaba en la fila de los funcionarios de gobierno. Sería excesivo referir la cantidad de errores y fallas u omisiones desarrolladas en esta supuesta ceremonia luctuosa de Estado, en donde el dolor de las familias fue evidente, pero donde nunca estuvo presente la solemnidad ni la organización que cabría esperar de una ceremonia de este tipo. Sólo se me ocurre preguntar, ¿dónde diablos está el protocolo de Estado para ceremonias luctuosas? La ceremonia luctuosa del funeral del secretario de Gobernación fue una burla, y no muestra el ejercicio de poder que una ceremonia de este tipo debería transmitir, pues lo que nos permitió ver es que en esto, como en todo lo demás, el país se rige por la desorganización, por el pendejismo más absoluto, por la falta absoluta de prácticas rituales, emblemáticas, del poder del Estado. Y esto es lo más grave del caso, porque demuestra que en todos los aspectos del ejercicio del poder en México, se parte del principio de improvisación y no de la planeación, de la organización. Muestra, en el fondo, un Estado débil y desorganizado, y explica por qué la tan cacareada guerra contra el narcotráfico es un fracaso espeluznante que sólo ha traído más zozobra y miedo a los mexicanos.
Por otro lado, incluso las muestras de duelo mostradas por los actores políticos del país son una ocasión magnífica para que los lamehuevos de siempre hallen una oportunidad para ofrecer sus invaluables servicios profesionales. Así es como fue posible ver a la serpiente llamada Carlos Marín arrastrase el miércoles por la noche en Tercer Grado y reprocharle a López Obrador y su movimiento que enviaran un mensaje de condolencias por el fallecimiento de Juan Camilo Mouriño, convertido ahora en santo de la democracia por obra y gracia de un discurso bíblico de su amigochas Jelipillo Cola de Ratón, lleno de referencias bíblicas al Evangelio de San Marcos. La lengua viperina de Marín consideró que fue una hipocresía de AMLO enviar condolencias por la muerte del copiloto de la nación cuando en el pasado inmediato cuestionó la honorabilidad y honestidad del secretario de Gobernación —sólo le faltó decir: "¡Qué poca madre tiene! ¡Cómo se atreve!". Pero de igual manera se habría expresado si AMLO hubiera enviado un mensaje como el que yo escribí, festejando que este pinche corrupto de mierda haya pasado a otra dimensión. Es increíble que este lamehuevos atómico (ahora que podremos ver Doctor Atomic de John Adans en el Auditorio Nacional) de Carlos Marín no se percate que entre los políticos hay momentos de civilidad y de buenos modales para reconocer las virtudes, reales o ficticias, de los fallecidos y compartir, real o fingidamente, el dolor público. Afortunadamente, no es mi caso, así que puedo decir, una y otra vez, que qué bueno que se murió ese hijo de la chingada, y mentarle al mismo tiempo su madre al lamehuevos de Carlos Marín por mostrarse de cuerpo entero cada vez que se le presenta la ocasión, algo que ocurre casi a diario. Hasta aquí me detengo en las consideraciones sobre el simbolismo que sería deseable en este tipo de ceremonias, y paso al aspecto que en realidad me importa señalar.
He señalado ya mi absoluto júbilo por la muerte de ese despreciable secretario de Gobernación que falleció en un accidente de aviación en la ciudad de México. Creo que es necesario señalar por qué me expreso con tal desprecio, algunos incluso dirían, y dicen, odio, en lugar de lamentar su muerte. Mi desprecio hacia este patriota, como lo llamó el Presidente de la República no es sino por lo que representa, esto es no alguien que compartió “el ideal de una Patria nueva, el ideal de un México distinto y mejor, el ideal de un México donde brillara la justicia, la democracia, la libertad”, sino todo lo contrario. Estoy cansado, o lo diré con palabras más claras y expresivas: estoy hasta la madre de oír que presidentes van y presidentes vienen y todos hablan de un México moderno, un México mejor, y ese México no termina de llegar, y seguramente no llegará nunca, porque en realidad les importa un carajo México y lo único que les importa son sus negocios y los de sus allegados.
Mi padre terminó odiando México y todo lo que representara al país: su bandera, el himno nacional, las películas de Pedro Infante —mis hermanos y yo debemos ser de los poquísimos mexicanos que prácticamente jamás hemos visto una película de Pedro Infante ni lo adoramos ni lo veneramos, y más bien nos vale madre—, los políticos, los presidentes y toda la ralea de lamehuevos que siempre los han acompañado. A mi padre le tocó, a diferencia mía, un México próspero, un México que de verdad parecía iba a despegar y a ofrecer un bienestar a todos los mexicanos. Un México que era el granero de América y la envidia de todo el continente. Un México ordenado y limpio. Pero ese México se vino abajo y se derrumbó en el más estrepitoso fracaso que se haya visto. Y ese fracaso no fue fruto de la casualidad ni de fenómenos climáticos incontrolables, sino que fue el fruto del saqueo brutal y soez que todos los presidentes de la República, desde Manuel Ávila Camacho hasta la fecha, han hecho de las arcas del país en beneficio propio y de sus múltiples beneficiarios locales, regionales y gubernamentales. Y ese saqueo no ha terminado. Mi padre solía comentarnos que en su infancia sus maestros le decían en la escuela que la silueta de México era la de una cornucopia, es decir, para esos pinche asnos que no saben ni madres, un cuerno de la abundancia; cuando creció y vio el saqueo y la corrupción imperantes en todas las esferas del gobierno, nos decía con un humor verdaderamente trágico que la abundancia se la habían robado y nos habían dejado sólo un cuerno. Además de la corrupción y el saqueo desproporcionado, después llegaron las crisis económicas, fruto igual de la desmesura, la corrupción, el saqueo, la ineptitud y los negocios chuecos, una tras otra desde 1976.
Para esa época mi padre odiaba todo lo que representara México, y es comprensible. El sueño “de un México distinto y mejor, el ideal de un México donde brillara la justicia, la democracia, la libertad”, como dijo el Presidente de su secretario de Gobernación, se desvaneció en el aire y sólo quedó un caos espantoso, y lo que es más grave: millones de pobres que cada sexenio se multiplicaban y se siguen multiplicando de manera incontrolable.
Pero mi padre, a diferencia mía, pudo ver y vivir una época en que México no sólo fue la región más trasparente, sino un país ordenado, limpio, con un futuro promisorio, y donde la pobreza no era un látigo acuciante, una carga desmedida que ahogara a sus pobladores. Después a él le tocó ver la masacre del 68, que yo no pude vivir ni ver porque tenía tres años y medio de edad, y desde entonces la ruta del país fue sólo una: en picada.
A mí, por el contrario, esas épocas felices que vivió mi padre me parecen un anhelo imposible, algo como de otro mundo. A mí sólo me ha tocado vivir crisis tras crisis, ver cómo los pobres se multiplican y los ricos se vuelven insultantemente más ricos,
mientras los presidentes y sus gabinetes, gobernadores y demás, hacen de la suyas. Recuerdo un cartón de Magú en Proceso, allá por 1976, en uno de los primeros números de la revista, en que aparecía Luis Echeverría junto a un montón de hierros retorcidos, con un listón que decía “México” y un moño, mientras miraba su reloj, y exclamaba: “¡En la torre! Ya sólo me da tiempo de envolverlo para regalo” o algo muy parecido. Desde entonces, no he visto un solo Presidente que no entregue las riendas del país a su sucesor más o menos en las mismas circunstancias, de un modo u otro. Y desde entonces, cuando tocaba el turno de que por fin se largase de la Presidencia, uno no podía menos que agradecer que por fin se fuera el hijo de puta de allí. Lo malo es que el que venía en su lugar terminaba por dejar la misma sensación. Y no sólo por la corrupción rampante, por los negocios chuecos, por las riquezas mal habidas al amparo del poder, por el despilfarro infinito en las múltiples giras presidenciales que son siempre iguales y sirven para lo mismo: for absolutely nothing! y a las cuales acuden los acríticos periodistas y lamehuevos de siempre para narrar con puntualidad de todas las palabras y actos del Presidente en turno, para contarnos de las mandas, de los bailes en un pueblo perdido de la sierra, de las limpias que le hacen al candidato o al Presidente, de la inauguración de tal o cual obra, del discurso dado en sepa la madre en qué pinche pueblo o municipio hiperjodido —como sacado de África— en donde se les promete a los pobres habitantes macilentos de ese sitio que ora sí las cosas van a cambiar, y en el fondo no cambian.
Desde que tengo memoria he visto eso una y otra vez y sigo viéndolo. Las mismas promesas. Los mismos pueblos jodidos. La misma gente con sus rostros tristérrimos y sus animales a medio morir. Los mismos niños sucios, desharrapados, muertos de hambre, como zombis.
Y los mismos periodistas lamehuevos que no se cansan de reportar las mismas palabras, los mismos discursos, las mismas promesas, las mismas ceremonias mamertas de inauguración. Y la pobreza, lejos de irse, se multiplica.
Cuando era niño recuerdo que las imágenes de gente comiendo o buscando comida en botes de basura, pidiendo limosna, vestida en ropas sucias y gastadas, con meses o años de no bañarse, era algo que sólo se llegaba a ver en películas gringas. La imagen de la llamada Corte de los milagros era algo que uno sabía por los libros de Víctor Hugo. Hasta que hace como quince años atrás comencé a ver a esa gente vagando por las calles y durmiendo en parques, escarbando entre la basura por un pedazo de lo que sea comestible, pidiendo limosna y viviendo como animalitos de la calle. Y esa imagen se ha ido multiplicando cada vez más, y hoy forma parte del paisaje urbano de la ciudad de México y del país entero. Y esos miles, millones de jodidos, de hombres y mujeres sin esperanza de mejoría, son el fruto de todas esas palabras huecas pronunciadas por los Presidentes de la República, y repetidas hasta la saciedad por periodistas lamehuevos de toda ralea que no hacen sino festejarlas y regodearse en ellas.
De veras que estoy hasta la madre de ver que cada Presidente de la República prometa el oro y el moro, y al final no hay forma de que cumpla una sola de sus palabras. Al concluir su mandato, no hay Presidente que no termine odiado, que no deje tras de sí una cauda millonaria de pobres y jodidos que no saldrá de esa situación ni en un millón de años. Claro, siempre nos repiten que el país es más grande que sus problemas, y ante cada vaga amenaza de no sabemos nunca qué peligros, nunca falta el llamado a la unidad. Y también de eso estoy hasta la madre. Todos los presidentes hablan y nos alertan una y otra vez de los enemigos de México, como si estuviéramos en guerra con un fantasma, porque nunca son capaces de identificar o, de perdida, de nombrar a esos enemigos. Y no hay año o circunstancia en que ningún Presidente haya hecho un llamado a la unidad de los mexicanos, como si cada 25 de agosto (digo esta fecha como podría decir cualquiera) Yucatán amenazara con separarse del territorio nacional, o surgiera la posibilidad de que ora sí va a existir el principado de Champotón.
Hoy, en medio del enésimo llamado a la unidad por parte del espurio enano de la Presidencia, me pregunto en qué se diferencian sus balidos en torno a la unidad de los mexicanos y en torno a que debemos seguir trabajando por yada-yada-yada, de los mismos llamados y balidos de los anteriores presidentes. Todos hacen lo mismo, todos prometen, todos salen de gira, todos rebuznan una y otra vez y no por eso pierden la lengua. No se cansan de repetir los mismos discursos rancios, de cantar, como Ulises, la dicha de que esta vez no caímos ante las sirenas, aunque el navío está a punto de zozobrar. Si es de día, nos dicen que es de noche, y los lamehuevos, que se multiplican como plaga, celebran y aplauden cualquier idiotez que salga de sus bocazas.
Juro que por un instante he pensado que lo que vivimos es la confirmación de la teoría del eterno retorno nietzscheano, y que nunca vamos a salir de esta pesadilla. Ese debería ser el lema nacional, tomado directamente de la Commedia de Dante: “Perded toda esperanza si osáis entrar aquí”.
Y aquí es donde justifico mi rencor, mi odio a toda la runfla de truhanes que mal gobiernan este país. Si desde hace casi 40 años sólo escuchamos las mismas promesas, vemos los mismos actos presidenciales, las mismas consagraciones sexenales, y en lugar de verlas cumplidas, sólo vemos multiplicarse no los panes sino los pobres, ¿hay alguien que me pueda decir que genuinamente debemos, o debo yo, respetar a nuestros gobernantes? ¿Es posible seguir echándole la culpa a quienes no gobiernan (AMLO) de la falta de progreso y estabilidad del país? ¿De veras creen que los datos económicos que indican lo bien que va el país son reales? Para que despierten de su sueño, la situación del país puede ser descrita de la siguiente terrible y angustiosa manera: de cada once mexicanos, hay seis que viven por debajo del límite de pobreza extrema (o sea, semi biafranos o haitianos, sub-humanos), dos y medio o tres que viven en pobreza grave, menos de uno o uno y medio que pertenecen a la clase media, menos de medio que viven en la opulencia, y el minúsculo porcentaje que queda son los ricos y potentados del país. Esos que quedan, esa minoría absoluta que no se alcanza a ver,
es la que gobierna y hace negocios al amparo del poder. ¿Alguien puede decirme que esa runfla de gangsterópodos merece respeto y admiración? ¿Debo sentir pena porque uno de esos hijos de puta murió en un accidente aéreo? Más bien me he estado cagando de la risa cada vez que escucho a alguien hablar del accidente.
Recuerdo que durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari muchos se creyeron sus optimistas palabras de que ahora sí el país iba a dar el gran paso y se integraría al primer mundo, antes de que la dura realidad lo bajara de su centauro y viera que ese sueño era imposible. En aquellos días el director del suplemento El Sol de México en la Cultura, donde yo colaboraba, que se decía de izquierda y nos presumía su foto con Fidel Castro en La Habana, aplaudía, como muchísimos, el proyecto de nación del pelón ojete aquel. Había un coro impresionante de periodistas lamehuevos cegados por el poder, babeando sin vasos para la baba, que celebraban y festejaban cada ocurrencia del ojete aquel. Y recuerdo que le dije un día al director del suplemento, que me reprochaba el hecho de no unirme al coro de concelebrantes y lamahuevos, que me uniría a ese coro gustosamente el día que viera que el Presidente hiciera algo que denotara un verdadero sacrificio, que sus actos demostraran que en verdad estaba haciendo algo por el país, por esos millones de pobres que van quedando a la zaga y de los cuales todos quisieran no hablar y que no se les recordara su existencia. Pero jamás he visto un Presidente que haga eso. Por el contrario, siempre veo lamehuevos de rodillas y con los ojos en blanco, como si se tratara de un pastor protestante, festejando todas las pendejadas que se le ocurren al Presidente en turno, y señalando con flamígero dedo a quienes osen opinar en sentido opuesto. En los 70s se nos llamaba comunistas, hoy en día simplemente nos ven como negativos y poco propositivos, como rijosos que sólo buscamos camorra. Pero la pobreza está ahí, por doquiera, ligeramente oculta, pero no mucho. De modo que, hoy igiual que desde hace 40 años, no veo que un solo funcionario de gobierno haga esfuerzos denodados por sacar a esos millones de mexicanos del rezago. Por el contrario, veo que siempre hay negocios al amparo del poder. Serra Puche, el artífice del TLC, hoy es y desde hace casi 18 años asesor internacional de empresas extranjeras que busvca introducir sus productos al país. Y bastaría con remitirnos al Porfiriato para ver cómo incontables funcionarios menores, y otros no tan menores, del gobierno porfirista, eran accionistas, asesores y representantes de empersas petroleras extranjeras. Eso no cambió un ápice con la llegada de la Revolución. Funcionarios que se enriquecen haciendo negocios al amparo del poder, beneficiando a sus amigos y familiares. Carlos Hank González, cuando mandó hacer los ejes viales decidió que
la empresa beneficiada para hacer tal magna obra que cambió la faz de la ciudad capital para siempre, fuese una de su propiedad. Como su caso, hay cientos, miles de ejemplos de funcionarios que sólo llegan al poder para servirse con la cuchara grande. El caso más reciente, por supuesto, es el de el secretario de Gobernación, y los tratos de negocios con Pemex con empresas de su familia. Su cinismo fue tal, que dijo que no había hecho nada malo. Más bien, lo que quiso decir es que hizo lo mismo que hacen todos los demás, y si todos lo hacen, si todos se enriquecen en su turno al bat, por qué él no iba a hacerlo. Así pues, no vimos un comportamiento en absoluto distinto al que hemos visto en otros funcionarios previos. ¿Por qué habría de respetarlo si no he sentido respeto por ningún hijo de puta anterior que ha hecho lo mismo que este hijo de puta, si no he visto que se sacrifiquen por el resto de los mexicanos?
Me asiste, nos asiste, todo el derecho del mundo de arrojar vómito y odio contra esos pocos que han empobrecido el país, que han llevado a millones de mexicanos a la miseria y el abandono más absoluto y sin embargo todo el tiempo se llenan el hocico de decir que trabajan por un México distinto y mejor, que la democracia crece y demás sandeces. Tengo todo el derecho a escupir bilis y arrojar vómito hirviente en sus rostros y tumbas cuando mueren porque esos hijos de puta no han hecho nada que demuestre amor hacia México, patriotismo ni nada parecido. Todos son traidores de oficio, de acto y omisión y el país y su gente les importa un bledo.
No porque a algunos pocos les vaya bien, tengan sus negocios y los mantengan con un esfuerzo que en ocasiones merece reconocimiento, voy a otorgarle mi aprobación a esa pandilla de ratas de dos patas que sólo hacen trácalas al amparo del poder. No. Ellos son los culpables de tanto pobre y miserable que deambula y vive como alma en pena y que viven como si un ogro furioso los persiguiera, implacable. No lo olvidemos, por favor.
Así, pues, qué bueno que se murió ese imberbe corrupto secretario de Gobernación. Ya no veremos jamás su hipócrita sonrisita de perdonavidas en televisión. Como dije, qué bueno que se murió: uno menos, y contando.

martes, noviembre 04, 2008

Uno menos


Hoy murió este pinche corrupto. En lugar de llorar su muerte deberíamos clamar al cielo para que otros como él desaparezcan de la faz de la tierra. Con su muerte México pierde a uno de los hipócritas y cínicos más grandes de los últimos años. Sólo resta ir a su tumba y escupir sobre ella, en señal de desprecio. Uno menos.

lunes, noviembre 03, 2008

Televisa y la mentira del Teletón: análisis de una mentira

Mi estimados cero lectores, se acerca la bonita fecha familiar que celebra esa hipocresía colectiva llamada Teletón y que congrega a millones de soplapollas lobotomizados que no merecen el más mínimo asomo de respeto por su pendejez absoluta. Y ahora, podemos, puedo, demostrar con hechos que eso es verdad, y sólo un soplapollas como tantos hay allá afuera podría negarlo. Pero decir que el Teletón es sólo una hipocresía es poco. Se trata en realidad de una mentira espectacular y de un ejemplo clarísimo de cómo Televisa disfraza su peligroso fascismo engañando a un pueblo ignorante al que ella a maleducado, un pueblo pendejo hasta la médula de los huesos como probablemente ningún otro sobre la faz de la tierra haya existido. Pero como ese pueblo, y los individuos de que está formado, ha sido pavlovianamente adiestrado por el Big Brother más peligroso de la historia, sin duda se rasgará nuevamente las vestiduras y me insultará y llenará de improperios, como la bestia ignorante y babeante que es, ha sido y siempre será, porque es incapaz del todo de elaborar respuestas, de discutir y de entrar en razón.
Curiosamente esta temporada familiar de Teletón coincide con eso que llaman crisis mundial, que algunos han comparado con la tristemente célebre crisis de 1929, cuando millones de personas perdieron todo lo que tenían y el mundo entró en la peor recesión, hasta la aparición de esta nueva crisis. Históricamente, México no resultó muy afectado por aquella crisis, en parte porque el país estaba aún saliendo de la Revolución y no estaba muy desarrollado en lo económico, de modo que lo efectos de la crisis bancaria muncial de aquellos años no golpearon al país. Sin embargo, para cualquiera con más de 35 años de edad, la palabra crisis tiene un significado muy preciso y sus consecuencias son conocidas por todos: pobreza, pobreza y más pobreza. Por supuesto, esta pobreza no es generalizada, y nunca hemos visto que los más ricos caigan en la desgracia total, y más bien simplemente el rango de población que se hunde en la pobreza es cada vez mayor, al grado que hoy en día el 60 por ciento de la población del país se encuentra hundida en algún grado de pobreza. Hundida en algún grado de pobreza, es una bonita frase que nos tranquiliza e impide que nos hundamos en la desesperación colectiva, exactamente como cuando nuestros políticos hablan de datos macroeconómicos y subdividen la pobreza en pobreza alimentaria, pobreza habitacional y otra geniales expresiones que sólo sirven para disfrazar el hecho palpable y concreto de que este país ha fracasado espantosa e históricamente en otorgarle a sus hijos, a sus ciudadanos, un presente digno de ser vivido y celebrado, por lo cual todo el tiempo nos hablan de un futuro promisorio, porque lo que es el presente es como vivir en una cloaca inmunda.
Hoy los pobres, que abarcan casi un total de 60 millones de mexicanos en algún grado de jodidez absoluta, equivalen a cuatro veces la población total del México porfirista. Cuatro veces la población total del México porfirista. Lo repito por si alguien no lo entiende. Cuatro veces la población total del México porfirista. ¿Está claro o alguien no lo entiende? Eso se llama progreso. Para eso ha servido la tan cacareada democracia.
Este sentimiento espantoso de crisis ha hecho que cuando alguien hable de los pobres sea mal visto y hasta se le reproche que lo haga. Para que la pobreza no nos amenace es mejor no hablar de ella. Y si por alguna razón debe aparecer, mejor que sea a través de datos estadísticos, que en su sola abstracción nos aleja de cualquier rostro mugroso y macilento, de cualquier asomo de casas de cartón, de gente en los huesos, mal vestida y hedionda, con problemas de salud, de alimentación, de rendimiento educativo y laboral.
Eso debemos alejarlo de nuestro horizonte.
En este contexto, nos corresponde analizar los pródigos anuncios que Televisa ha mandado hacer para que no nos hundamos en la desesperación total. La nueva campaña de Televisa es el ejemplo de cómo los soplapollas de esta empresa, encabezados por el lamehuevos número uno del país, Adal Ramones, soplapollas al que desearía matar con mis propias manos, son reunidos por la misma empresa para que, en nombre del gobierno, que no sabe cómo dirigirse a nosotros, se dirija a nosotros y nos dé una clase de patriotismo y conocimientos históricos dignos del doctor Chapatín. He aquí el anuncio:

Televisa vs. La Crisis Económica



Si alguien alguna vez se refirió a la manera en que Enrique Krauze presenta la historia del país con el adjetivo de la historia light, no sé cómo habría que llamarle a este ejemplo de retórica oficialista lamehuevil televisiva. Es indudable que para Televisa y sus actorcetes homosexuales-lamehuevos-soplapollas, la historia de México es como un episodio de alguna de sus telenovelas, en donde todo es un simple decorado para que lo llenen de sus imágenes mamonas y ñoñas hasta decir basta. Analicemos la contundencia de su mensaje para que esos pobres lobotomizados de cuarta que me odian tengan material para babear rabiosa y detestablemente, ya que argumentar no pueden.
Por principio de cuentas, estos anuncios comienzan con el marco global: la crisis en que el mundo se halla sumergido. Como es un anuncio, sería imposible esperar que nos dieran el contexto de esa crisis. Tal vez haya quien no esté bien enterado de por qué está el mundo en crisis. Pero igual que sus noticieros (sólo hay que ver a la soplapollas número uno de los noticieros de Televisa: Paola Rojas, una maldita zorra que merece ser violada por una turba de negros incontrolables), aquí tampoco se da razón del por qué suceden las cosas. Para qué informar de ello si sólo hay dos opciones: o los televidentes son tan hiperpendejos que no van a entender nada, o son fenómenos naturales como la lluvia, la sucesión de las estaciones o de los días, y nadie es responsable de lo que sucede. Ustedes elijan. Acto seguido, nos ubican en nuestra realidad individual, y repiten, como fascistas soplapollas, que por grande que sea esa crisis, no será más grande que nosotros mismos. Podría ser tan grande como Godzilla, pero la neta nos pela los tompiates. A eso se reduce la argumentación inicial. Pero incluso Goliat fue derribado por David. ¿De veras es imposible ser derribado por una crisis?
Después aparece el soplapollas mayor, el lamehuevos más grande que haya visto el mundo: Adal Ramones, para darnos una clase de historia. Neta que ni el profesor Jirafales habría sido más elocuente: “no existe un solo momento en nuestra historia en donde un problema haya sido más grande que nuestro corazón”. Y después aparece otro homosexual de cuarta bien vestido, que agrega: “Y por supuesto, que todos nuestros corazones juntos”, por si alguien pensaba hacerse pendejo al respecto. O más bien, por si alguien pensaba que sumar no implica nada: un chingo de cabrones juntos dan por resultado: todos. ¿De dónde sale tanto pinche asqueroso homosexual? Del mismo sitio de donde salen semejantes argumentaciones irrebatibles. Y luego, la soplapollas de la Lucero, seguida de otra lamepollas, hablando de cosas que la muy hiperpendeja no entiende ni aunque naciera otra vez: “De los temblores nos hemos levantado”… “De las inundaciones hemos salido adelante”… y después de estos dos ejemplos maestros de retórica histórica, aparece otra vez Adal Ramones afirmando: “Y de las otras crisis económicas [con su sonrisita de pendejo asqueroso] nos hemos recuperado, ¿cómo?” y es completado por uno de los homosexuales más asquerosos que se hayan visto jamás. De veras que si los griegos hubieran visto a este cabrón, habrían abandonado la jotería para siempre. Nomás de verlo uno busca un condón para evitar el contagio de su putarraquez inocultable. Pues este comepollas le contesta: “Haciendo lo que sabemos hacer mejor que nadie [no, no se refiere a su homosexualidad rampante]: echándole muchas… todas las ganas del mundo”.
Después nos dice uno de estos lamepollas profesionales consuetudinarios, “Cuando escuches a alguien decir que esta crisis económica es muy grande” … agrega la puta de Lucero, que no entiende más que del pene de su marido, y eso quién sabe, a nadie le consta: “contéstale que más grande es el amor a nuestro país, más grandes son las ganas de que nuestros hijos tengan un futuro mejor del que nosotros jamás tuvimos”. Y luego otra vez aparece el sidoso jediondo de hace 20 segundos, para decir: “Y muchísimo más grande es nuestro esfuerzo”, complementado otra vez por otro pendejete, moviendo el cuello como si se estuviera tragando la polla de John Holmes: “y gigantesco es nuestro corazón”, concluyendo con todos los ojetes y putarracos del anuncio rodeados de niños que arrojan globos y confeti gritando: “Viva México”. Todo esto en un minuto de condensado mensaje.
Este es un ejemplo de mentiras continuas y de cómo la televisora más grande del mundo engaña al pueblo mexicano, a ese pueblo ignorante como un pinche burro hambreado persiguiendo una zanahoria al que ella ha educado, y no la SEP. Y perdón, bueno no, no me disculpo, chínguense pendejos de mierda. Vean nada más de qué está hecho este minuto de retórica televisiva.
Eso de que el corazón de los mexicanos ha solucionado todo en todas las crisis sólo da una idea de la bajísima estima en que Televisa tiene a su público, a millones de eunucos mentales que se tragan toda la basura que Televisa les ofrece. Sí, a muchos de ustedes que ven Televisa a diario, los considera ella como peor que unos pobres pendejos que andan a cuatro pies por la vida. Si no, entonces, la Independencia fue una cuestión de echarle ganas. Las guerras de Reforma y los miles de muertos que cobró la lucha fratricida entre mexicanos liberales a quienes le importaba la dignidad del país contra mexicanos conservadores cobardes y vende-patrias que trajeron a un emperador para cumplir sus mezquinos sueños de poder fue apenas un episodio de una telenovela con chorros de sangre artificial. Se pudo expulsar al extranjero sólo porque el corazón de los mexicanos era chingomadral de grande. Y los miles de muertos por la Revolución también fue un episodio que sucedió para edulcorar una historia de amor ñoña y pendeja hasta el delirio de Televisa.
Dos siglos de historia patria que se conmemora y se conmemorará en los próximos años son reducidos por Televisa a un asunto menor, donde los muertos, las luchas fratricidas, la división del país, traída por conservadores ojetes de mierda, hoy igual que hace un siglo, es un asunto sin importancia. Pero esto podría ser entendible, se trata de hablar en un minuto de un asunto muy grave. Pero por ello mismo, uno podría esperar un ligero asomo de seriedad —pero si el anuncio está plagado de soplapollas y homosexuales al por mayor, pues es casi imposible esperar que haya seriedad.
Pero el asunto es más grave cuando del pasado remoto —¿cuántos de ustedes conocen alguien que tenga más de cien años de edad que les pueda hablar de aquellos tiempos?— nos aproximamos al pasado inmediato. Allí sí que vemos una mentira absoluta tras otra, una forma hipócrita, por decir lo menos, de presentarnos el pasado inmediato y mediato que hemos vivido. Y no me refiero a esa mentira pendejérrima de que “de las inundaciones hemos salido adelante”. ¿Quiénes hemos salido adelante, maldita piruja de quinta? Esta pendeja anencefálica, ¿se ha asomado a Veracruz o Tabasco últimamente? Maldita zorra, deberían violarte con cables de alta tensión. No se diga de la pendeja de Lucero hablando de los temblores. Maldita hija de la chingada: cómo no te aplastó una losa y así nos hubieras ahorrado la pena de verte arrastrarte como la soplapollas atómica que eres. Unos y otros, temblores e inundaciones, no son, no fueron, simples fenómenos naturales imprevisibles. Mucho de lo que vimos y seguimos viendo fue resultado de la corrupción, de la insaciabilidad, de las complicidades criminales del poder político con el empresariado. Y del temblor, no salimos echándole ganas y ya. Hubo al menos 35 mil muertos (si no es que hasta 7o mil), y no hubo un solo responsable. Todos los muertos murieron a lo puro pendejo, como si un huracán hubiera pasado por territorio nacional. Exactamente lo que vemos ahora en Tabasco y Veracruz, y que veremos idéntico el próximo año y los subsiguientes años; todo, fruto de la codicia de empresarios que generan electricidad en esas presas que se llenan hasta el tope y que luego le venden a la CFE. No, la gente de esa zona no ha salido adelante echándole ganas. Más bien lo perdieron todo por la codicia de unos pocos, los mismos de siempre al que el gobierno conservador, igual que hicieron sus traidores y cobardes antepasados históricos: valiéndoles madre que el país se hundiera en la miseria y la desesperación.
Observen ahora cómo se refieren a las crisis: también de ellas, según estos pinches despojos humanos, hemos salido avante. Esas crisis también fueron fenómenos aislados, contingencias temporales, como un excusado que se tapa o un foco que se funde, igual que los temblores y las inundaciones. Nadie es responsable de semejantes tragedias económicas. Y por supuesto, como buenos lamehuevos y soplapollas, como homosexuales reprimidos que inocultablemente son, sólo repiten como pericos lo que les dicen sus patrones que digan, al fin que al cabo que a ellos sí no les llega el agua a los aparejos. Lo que a estos megamojones se les olvida, o simplemente desconocen porque son tan hiperpendejos como los hiperpendejos a los que se dirigen, es que el resultado tanto de esas inundaciones, de aquel temblor, como de las crisis económicas es la multiplicación de los pobres, de los muertos de hambre, de gente que lo ha perdido todo y no lo va a recuperar ni en un millón de años. Los millones de mexicanos que viven por debajo del nivel de supervivencia, que viven peor que haitianos, como si su país, el territorio que ellos viven, hubiese sido azotado por un demonio que los odiase, como si hubiesen perdido una guerra, esos millones de mexicanos que son el resultado de las gripitas convertidas en charcos de agua, son lo que queda atrás de esas crisis. Y a esos mexicanos olvidados, de los que nadie quiere hablar más que con eufemismos o datos porcentuales que permiten ocultar su desgracia y su desesperación, a esos que a veces van a las playas de Marcelo Ebrard o del Peje, y de quienes algunos hijitos de su rechingada y reputísima madre suelen burlarse con no disfrazada sorna, sin percatarse que hay literalmente millones de mexicanos que NUNCA HAN VISTO UNA PLAYA NI EL MAR —¿verdad que es inconcebible eso?— y que probablemente eso será lo más cerca que estarán jamás de una playa o de agua marina, a esos mexicanos se les pide que le echen ganas. Quiero que un hijo de su reputa y teletona madre me diga que esos mexicanos no le echan ganas, o que están así, en la jodidez más absoluta porque sólo ellos son los únicos culpables de ese estado, que nadie más que ellos y su huevonería son los culpables de eso, que ellos no le echan ganas todos los días para no morir de hambre como pobres biafranos. Quiero que haya un solo imbécil que se atreva decirme eso para ir y violar a su putérrima madre.
Pues bien, la empresa televisiva que afirma eso, que lo dice veladamente en este anuncio, en este minuto de ignominia absoluta, de fascismo puro, es la misma que organiza el Teletón. ¿Cómo podría alguien creer que una empresa que miente, que disfraza, oculta y pervierte la historia de México como un episodio de una telenovela, que insulta a los millones de pobres y jodidos y les vende productos espurios que no representan al verdadero mexicano, pero les pide dinero cada vez que puede, va a hacer algo en beneficio de alguien? Todos esos pobres que son el producto de las corruptelas, de la avaricia, de la depredación social y económica del país, representan en este momento el 60 por ciento de la población, y seguramente en los próximos años su número se incrementará. Los pinches escuincles jodidos del Teletón, a los cuales un comando debería secuestrar y matar en masa para evitar el chantaje masivo a que somos sometidos cada año, no han de llegar ni al 10 por ciento de la población —y me estoy yendo muy alto en la estimación: no han de llegar siquiera al 1 por ciento de la población. ¿Hay proporción entre ambos extremos? ¿A alguien le parece que la hay?
Y sólo para que se den cuenta de la mezquindad que hay detrás del Teletón, les recordaré algo del pasado reciente de este tipo de fiestas colectivas de mea culpa. Cuando Televisa organizó el primer Teletón —lejos estábamos de imaginar que semejante mamada se volvería peor que las peregrinaciones a la Basílica— hizo un llamado a las demás empresas de los medios de comunicación, y con el tiempo han terminado por sumarse toda clase de empresas que ven en el Teletón la oportunidad para sacar raja comercial. Pues en aquellos días de sus inicios balbuceantes, prácticamente no hubo empresa de comunicación que no se sumara en la cobertura maratónica. El entonces verdaderamente libre Canal 40 se sumó, como lo hicieron televisoras locales, estaciones de radio y medios impresos incluso. La única empresa que no se sumó al generoso llamad0 de Televisa fue, como no podía esperarse de otra manera, la empresa de Salinas Pliego: TV Azteca. Sus razones no fueron de índole moral ni de honestidad intelectual —dos palabras que no existen juntas en el vocabulario de ninguna televisora—, sino de mera mezquindad mercantil.
TV Azteca estaba desde hace años —y lo está aún hoy— en abierta competencia con Televisa, de modo que no podía unirse al odiado rival, como un jugador de las Chivas que no puede pasar al América. Además, TV Azteca ya contaba —y cuenta aún hoy con ella— con una pendejada aún peor que el Teletón, fruto de la iniciativa —bien decía mi padre que no hay cosa peor que un pendejo con iniciativa— de ese prohombre llamado Jorge Garralda, que es su Juguetón, un maratón miserablemente más mezquino que el supuesto gesto de bienestar que prometía el Teletón. El Teletón pretende dar una vida a un niño con problemas, el Juguetón sólo pretende dar una sonrisa a un niño jodido y pobre. Oficialmente, TV Azteca sigue con su política de enfrentamiento con Televisa, pero en los hechos, tal lucha de poder sólo es aparente, y no es raro llegar a ver a los dos odiados rivales, Emilio Azcárraga y Salinas Pliego, juntos en algún evento empresarial, y hasta saludarse de mano, como si nada pasara entre ellos. Pues bien, la mezquina TV Azteca, fiel a su espíritu aún más mezquino que Televisa, entró al Teletón por la puerta de atrás, igual que Calderón lo hizo a la Presidencia —cualquier coincidencia, pues es pura coincidencia—. En efecto, al robarse literalmente la señal del Canal 40 —es lo único que le duele a Ciro Gómez Leyva, convertido en lamehuevos trans-sexenal por obra y gracia de su jefecito adorado y lamehuevos aún más asqueroso: Carlos Marín­— y amenazar la autonomía del Estado y ante la pasividad del titular del poder Ejecutivo que andaba de vacaciones y cuando se le cuestionó al respecto respondió la hoy célebre frase: “Y yo por qué”, TV Azteca pudo entrar al Teletón vía Canal 40, que desde entonces se suma al Teletón cada año, dejando atrás su hipocresía, aunque la fachada de competencia despiadada se mantenga.
Así pues, vemos que ambos maratones de supuesta beneficencia televisiva están cortados por la misma tijera. No buscan ayudar a nadie sino glorificarse públicamente como supuestas benefactoras de la sociedad a costa del bolsillo ajeno. La población a la que sirven, o pretenden servir, realmente no necesita de tal ayuda, y aunque así lo fuera, su porcentaje con respecto al total nacional es perfectamente despreciable, y sin embargo las carretadas de dinero fluyen como si estuvieran ayudando a damnificados de inundaciones en Tabasco o Veracruz o por el temblor de 1985. Pero no, para eso no piden absolutamente nada. Pinche gente, que se chingue por vivir en muladares. ¿Por qué no nacieron tullidos, con un cromosoma menos o sin brazos? Tal vez así los ayudarían. No siendo así, lo mejor que puede sucederles es que se mueran y se pudran en el infierno. A eso equivale dar dinero al Teletón, ni más ni menos. Y como buen acto de prestidigitación mezquino, ambas televesisoras, más Televisa que TV Azteca, no sufren ningún tipo de fiscalización ni por asomo, y sólo informan, igual que lo hace el gobierno ―en eso tuvieron un gran maestro―, en bloques, y no en detalle. Y de cualquier manera, ante tanto derroche de bondad nacional, ¿quién se atrevería a pedirle cuentas a Televisa de los manejos del dinero recibido?
Quiero que alguien me diga, después de leer esto, que estoy equivocado, que yo soy un ojete, que soy un culero, cuando la televisora principal del país organiza un festival para su auto-elogio y mostrarse muy generosa. ¡Por favor! ¿Quieren una culerada? Ai les va: ¡Osama Bin Laden! ¡Olvida Nueva York! ¡El verdadero imperio del mal está en México! ¡Necesitamos tus células terroristas en este país! ¡Pero ya!
Por todo lo antes expuesto, les prometo organizar el movimiento Yo odio el Teletón, y los invito a sumarse a esta iniciativa. Vale la pena. Ya estuvo bien que Televisa siga explotando a los mexicanos y nadie haga algo al respecto. Si alguno de ustedes desea seguir siendo explotado por los ricachones de Televisa, pos allá ustedes. Desde aquí les miento su madre con fervor.

viernes, octubre 17, 2008

Lamehuevos

Mis estimados cero-lectores. Ya que les dejé un poema satírico sobre los momentos históricos que vivimos, ahora les dejo un poema-crónica que tiene como tema a un personaje menospreciado de nuestra historia pero cuya relevancia histórico-política está aún por revelarse. Señoras y señores: con ustedes ¡El lamehuevos!
El derecho a lamer huevos debe ser elevado a rango constitucional.
¡Tú tienes derecho a lamer huevos y no ser discriminado por ello!
Lamehuevos

Uno se pregunta, al revisar la historia,
qué pasó con los lamehuevos en el México del siglo XIX.
En los libros de historia de México
nos recuerdan la pobreza en el México porfirista;
por ejemplo: a finales del Porfiriato,
según el censo oficial [de aquellos años],
de 15 millones de habitantes que tenía México,
9 millones 591 mil 752 vivían bajo la servidumbre
y la esclavitud en más de diez mil haciendas”
.
En aquellos tiempos sólo había pobres.
Pero los pobres pueden ser redimidos.
Así lo entendió ese prócer de la Patria,
que humildemente se autodenominó “soldado del sistema”,
Emilio Azcárraga Milmo, cuando dijo
que “México es un país de clase modesta, muy jodida…
que no va a salir de jodida”
.

Hoy sabemos que hay menos pobres que en el Porfiriato.
Un siglo después, al menos porcentualmente,
hay menos pobres por los cuáles preocuparse
porque “prácticamente 19 millones de mexicanos
aún carecen de ingresos suficientes
para adquirir la canasta básica de alimentos,
y 25.7 millones no pueden acceder
a los mínimos requerimientos de alimentación,
salud y educación, aun si utilizaran todos sus ingresos para ello”.

Sabemos que “de 1992 a 2005
hubo una reducción en los índices prevalecientes de pobreza”,
y que en específico en el sexenio del presidente Fox
este comportamiento se mantuvo en los primeros años, pero entre 2004 y 2005 se revirtió. [Y que] el actual gobierno [del empleo]
recibió 53.6 millones de pobres.
[Lo que significa que] logró reducir la cifra hasta 47.2 millones,
pero en su penúltimo año de gestión
otra vez el número se elevó en 270 mil 491, en términos generales”
.

Que no te vean feo. Tú puedes lamer huevos como ellos, dos lamehuevos profesionales que lo hacen todos los lunes en la noche por TV Azteca

Sabemos que los lamehuevos son optimistas,
se crecen al castigo y defienden lo indefendible
casi de manera natural y en automático,
y por lo general están del lado del poder,
del dinero y los banqueros.

Pero en los libros de historia no se menciona a los lamehuevos
que en el siglo XIX seguramente halagaban el oído oficial
con frases y reflexiones dignas de un anuario.
¿Qué pasó con ellos? ¿Se extinguieron como dinosaurios
o son en realidad una invención del México revolucionario
y que ahora se multiplican como peste?
¿Dónde están los Carlos Marín,
los Ricardo Raphael, los David Páramo,
los Jaime Sánchez Susarrey, los Leo Zuckermann,
los Nino Canún, los Pablo Hiriart del siglo XIX?
Increíblemente, no sabemos qué pasó
con esos lamehuevos.

No hay forma de saber si estos nuevos lamehuevos
están perpetuando una nueva forma de genuflexión
o si su creatividad les permite nuevas posiciones
y nuevos niveles de abyección.


Si ellos no se cansan de lamer huevos, ¿por qué no lo haces tú también?


Hay muchas cosas que desconocemos
de los lamehuevos. Todos creen saber mucho
o algo al respecto, pero no es así:
¿Cuánta saliva produce un lamehuevos?
¿Cuál es la resistencia de sus rodillas?
¿Cuál es el máximo tiempo de lamehuevonería?
¿No ha muerto un lamehuevos de hambre?
En los medios electrónicos, de tanto salivar,
¿cuáles son las posibilidades de morir electrocutado
entre tanto cable y conectores?

Merced a los avances de la ciencia
tal vez algo de esto podamos saber algún día.
Mientras ese día llega,
podemos alzar la voz para que estos nuevos lamehuevos
no desaparezcan en el olvido y la ignominia
como sus predecesores,
de quienes nada, lamentablemente, sabemos.
Y podemos inclusive pensar en un lema
que orgullosos puedan usar al firmar un documento
o al terminar una brillante arenga.
Se puede proponer, por ejemplo, que concluyan diciendo
“lo que bien se aprende,
así sea arrodillado, no se olvida jamás”.

Es por eso que es imposible no pensar
¿qué hubiera sido del Porfiriato su hubiera
contado con lamehuevos organizados,
profesionales de la salivación,
que hicieran perfectas tablas genufléxicas
como los que hoy vemos en los medios de comunicación?


David Páramo, a punto de lamer los huevos dorados de su jefe




Tal vez no sea mala idea recuperar las doctas palabras
que los muestran de cuerpo entero,
y que los estudiantes se aprendan de memoria
estas ejemplares filípicas.
¿Se imagina el orgullo de una madre
al oír decir a su hijo en voz alta
ante un auditorio lleno,
que “el Estado mexicano no tiene la capacidad
para detectar y enfrentar a los grupos
subversivos que operan en territorio nacional.
De esto nos venimos a enterar
gracias a la declaración que hiciera
el [ex]secretario de Gobernación,
Francisco Ramírez Acuña
[…]
mientras la comunidad internacional
decidió hacer de los servicios de inteligencia
su arma más poderosa para enfrentar al terrorismo,
en México actuamos exactamente al revés.
Según Ramírez Acuña, el Estado mexicano
disminuyó en una tercera parte el personal del Cisen
y dejó de invertir en tecnología de punta.
[…]
los irresponsables que tomaron esas decisiones
merecen someterse a juicio político
por alta traición a la patria.
No es una exageración:
han gobernado durante tiempos de guerra
sin proteger a su población,
y también han engañado a los socios extranjeros
que vinieron a pedirnos ayuda
para crear una asociación eficaz contra
la inseguridad que representaban los terroristas.
[…]
lo único que nos queda decir al resto de los mexicanos
es que, en efecto, nuestro gobierno nos deshonra.
Los servicios de inteligencia en una democracia
no deberían vincularse con las cuestiones electorales.
Tampoco habrían de estar encargados
de sondear la popularidad del Presidente.
Mucho menos habrían de servir
para espiar a los políticos, los líderes sindicales,
los empresarios o a los periodistas,
cuando esta actividad no esté relacionada
con la seguridad nacional.
Urge un aparato de inteligencia al servicio de la democracia y nada más.”


Por supuesto, ante el asunto de los lamehuevos
nos enfrentamos ante un problema gramatical,
que es el de la definición,
porque sin un concepto absolutamente claro
no habría forma de saber quién es y quién no es
un orgulloso lamehuevos.
Por eso, ¿cómo definir a un lamehuevos?
Uno puede buscar y buscar
y no encontrará una definición.
No al menos en español.

Es un buen plan sugerir que a partir de la única
definición de lamehuevos
podamos avanzar en ella,
y hallar su equivalente en español,
pues en inglés es: Mexican slang for Ball Licker.
A disgusting kind of person,
mostly in politics and corporations,
who climbs in the organization
and gets managing positions
by kissing the ass of his/her boss
.”


Sin duda es una bonita definición,
pero falta información sobre sus genuflexiones,
la peculiaridad de sus glándulas salivales,
sus gestas heroicas ante las crisis,
su autonomía para adelantarse a los hechos
y llegar optimistas ante el desastre.


En los libros de historia de México
nos recuerdan la pobreza en el México porfirista,
del pasado de los pueblos originarios,
de la gesta revolucionaria,
de los héroes que nos dieron Patria,
pero nadie habla de los lamehuevos.




Notas al poema
Versos 5-9
: Datos de Frank Tannnbaum, Agrarismo mexicano y Reforma Agraria: exposición crítica, FCE, 1980, reproducido en A. M. López Obrador, La gran tentación. El petróleo de México. Grijalbo, 2008, p. 16.
Versos 15-16: Tomados de Carlos Monsiváis, Azcárraga Milmo y la “filosofía Televisa”, en http://www.arzp.com/monsivais/televisa.html, originalmente publicado en Proceso, 23/04/1997.
Versos 20-34: Tomados de Alma Muñoz, Cifras veladas por el gobierno reflejan el avance de la pobreza, en http://www.jornada.unam.mx/2006/10/02/046n1soc.php
Versos 92-127: Tomados de Ricardo Raphael, La traición de los servicios de inteligencia, publicado en La vanguardia, 1 de octubre de 2007, http://www.vanguardia.com.mx/diario/detalle/columna/49586
Versos 142-147: Tomados de Urbandictionary.com, http://www.urbandictionary.com/define.php?term=Lamehuevos
Por si a alguien le interesa, la entrada en Wikipedia de la palabra Lamehuevos, creada por un servidor:

jueves, octubre 16, 2008

DÉJÀ-VU

Mis estimados cero lectores. Ya se habrán percatado del optimismo desbordante de nuestros grandes líderes políticos. Para unirme a este contagioso espíritu de celebración, les ofrezco esta pequeña sátira, dedicada a tan egregios próceres.
"Toy pensando kiacer"
Déjà-vu
Eso sí es posible imaginarlo.
Algo así debe haber ocurrido con el Titanic.
Tal vez la euforia se apoderó de quienes nunca esperaron
que el insumergible navío se hundiera
en aquella helada noche de abril
y tal vez por eso para algunos ese fue el mes más cruel.
Cabe preguntarse por el optimismo
que probablemente anegó los más nobles corazones
de aquellos que tenían la responsabilidad
de hacer llegar a buen puerto aquel navío.

Posible es imaginarse el optimismo de Edward J. Smith
ante el viaje inaugural y decir, orgulloso:
“Para mí esto del escenario preocupante
realmente hasta me emociona un poquito
y me asegura que vamos a salir extraordinariamente bien”.

"¡A veces ya no sé ni lo ki digo!"


¡Qué días aquellos, señoras y señores!
¡Qué heroísmo corría desatado entre la sangre!
Y es posible imaginar aquella madrugada de abril,
la reacción del capitán Smith
al escuchar las palabras de Thomas Andrews
reportando que la gripe se había agravado
y que se hallaban “en un bache que tiene agua”.
Seguro de sí mismo, el capitán debe haber dicho,
o al menos pensado, algo como
“ante una tormenta, por fuerte que se avecine,
tenemos un navío de gran calado
que tiene una enorme estabilidad,
una balastra [sic] que es capaz de sostenerla y sostenerla
con rumbo ante cualquier circunstancia que enfrente”.




Tinaco modelo Carstens Carstens

Imposible saber
si alguien alguna lágrima derramó esa noche helada
pero es probable imaginar que se abrazaran
todos llenos de emoción
sabiendo que enfrentaban al destino mismo
con la frente en alto.


Ministro modelo Rotoplás

No hay crónica que retrate aquel sentimiento de hermandad
que pudo haber corrido por pasillos y cubiertas del insumergible,
pero es posible divisar un desbordante optimismo
en los músicos de la Wallace Hartley Band
cuando decidieron, en medio de aquel caos,
crecerse al castigo y gritar al unísono,
“tenemos más huevos que nunca”
y seguir tocando hasta el final imprevisible.

¡Qué días aquéllos, señores!
Irrepetibles son, sin duda.
¡Qué días aquellos, señores!


Y ahora... ¡quién podrá defendernos!

Notas al poema
Esta sátira está dedicada al capitán Felipe Calderón, conductor del insumergible navío Méxicotanic.
Verso 5: El Titanic se hundió en el Océano Atlántico en la madrugada del 15 de abril de 1912.
Verso 11: El capitán del Titanic fue Edward John Smith.
Versos 13-15: Palabras literales del Presidente del empleo pronunciadas ante empresarios españoles en enero de 2008. Tomadas de Proceso, 1661, 31 de agosto de 2008, p. 22.
Verso 20: Thomas Andrews fue el ingeniero que diseñó el Titanic, quien se embarcó en el viaje inaugural, y le informó al capitán que el hundimiento del navío insumergible era inminente.
Verso 22: Palabras del secretario de Hacienda Rotoplás Rotoplás ante el agravamiento de la crisis económica, luego que el peso se depreciara más del 40 % en un solo día. Tomadas de El Universal, 9 de octubre de 2008.
Versos 25-29: Palabras del espurio pronunciadas en la mencionada reunión con empresarios españoles. Tomadas de Proceso, 1661, 31 de agosto de 2008, p. 22.
Verso 39: La Wallace Hartley Band fue la pequeña orquesta que tocó hasta el final del hundimiento del Titanic, sin que ninguno de sus integrantes se salvase. Sólo se recuperó el cuerpo de Wallace Hartley y fue enterrado ante miles de asistentes a su funeral.
Verso 42: Palabras del egregio agricultor Alberto Cárdenas Jiménez, pronunciadas durante la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación. Tomadas de El Mañana, 16 de octubre de 2008. Es comprensible, a la luz de tal expresión que haya tanto lamegüevos en los medios de comunicación. ¡Pues ahora que hay lodo, pueden atascarse a gusto!

jueves, octubre 02, 2008

Una ilegalidad más contra los ciudadanos

Mis estimados cero-lectores, de nueva cuenta el Congreso de la Unión actúa aparentemente dentro del marco de la legalidad estableciendo el Registro Nacional de Usuarios de Teléfonos Celulares el pasado 25 de septiembre del años en curso [ver noticia: http://www.radiotrece.com.mx/2008/09/25/aprueban-registro-nacional-de-celulares/]. La medida obedece a la cantidad de chantajes, amenazas y secuestros, reales o fingidos, que bandas criminales, dentro y fuera de las cárceles mexicanas, infringen contra los ciudadanos sin que las autoridades tengan una remota idea de qué hacer para evitarlo. Y en lugar de combatir con estrategias claras y eficaces tal práctica, es decir en lugar de que las autoridades hagan su trabajo, de nueva cuenta le pasa la factura al ciudadano común y corriente. No es, por cierto, el único caso en que el gobierno federal, en lugar de mover sus pinches nalgotas obesas de Carstens, decide mantenerse sentado culiatornillado a su escritorio, como escribió Renato Leduc, y obliga a los ciudadanos a que hagan su trabajo.

Frente a la ola de delincuencia que cada día es más intensa, a nuestros geniales legisladores se les ocurrió que una simple listita va a detener la delincuencia. Y al atropello que los delincuentes realizan cotidianamente, el Poder Legislativo suma una nueva afrenta. De la misma torpe manera que hay partiditos y politicastros, como el enano calvo de la Presidencia (sin ir más lejos), que suponen que la pena de muerte es la solución contra el crimen, lo cual es, en el mejor de los casos, un sueño guajiro, porque primero tendrían que atrapar a los delincuentes... y no les digo lo que todos ya sabemos: el 97 por ciento de los delitos jamás se resuelven (el 97 por ciento de los delitos reportados, por supuesto, así que el pormedio real es de casi el 100 por ciento), de esa misma manera suponen que con la creación de un listado de usuarios de teléfonos celulares la delincuencia va a entrar en pánico y simplemente va a dejar de usar teléfonos celulares. Ya me imagino a los criminales temblando de miedo en sus guaridas: "¿Y ahora qué vamos a hacer? ¡Ora sí nos chingaron! Tenemos que regresar al buen camino". ¿Pueden imaginárselo? Yo tampoco.
¿Cuándo aprenderán nuestros legisladores que no se puede legislar con el hígado? ¿Que no pueden hacerse leyes al cuarto para las doce, para apaciguar a los medios y tapar el sol con un dedo? ¿Que frente a la criminalidad y el reclamo popular, por justo e indigando que sea, hay que plantear leyes con la cabeza fría y después de una detenida evaluación al respecto? La creación de este registro, que además va a correr por parte de los prestadores del servicio, lo cual significa que encima de tener un celular, debo pagar por estar en ese listado, es decir aumento de tarifas; decía, la creación de este registro es totalmente arbitario, absurdo, y en nada va a permitir que la delincuencia mengüe sus actividades. Hay leyes que castigan el secuestro, el robo, el asesinato, y no por eso este tipo de crímenes y criminales se tientan el corazón o detienen sus actividades.


Lo grave del asunto son dos cosas: la primera, si un usuario no se registra en tal listado, corre el riesgo de perder su línea. Esto un abuso que atenta contra la base misma del capitalismo, es decir contra la propiedad privada. El Estado no puede disponer arbitrariamente de lo que no es suyo, de algo que es mío; que, caro o barato, de tecnología de punta o vejestorio, me costó mi dinero. Yo compré un celular, y si deseo destruirlo, regalarlo, venderlo, prestarlo, es una decisión absolutamente mía. Es un abuso total del Estado que decida sobre el destino de mis propiedades, sean chicas o sean grandes. Este es el primer abuso, el primer gran atentado contra el ciudadano. Sin deberla ni temerla, el Estado, el gobierno panista (no os hagáis pendejos aquellos de vos que votaron por estos fascistas disfrazados), amenaza mi propiedad. Y esta medida no se da aislada. Ya saben que hay iniciativas de ley para la anulación de la extensión de dominio, que en el fondo es exactamente lo msimo, sólo que esta vez dirigido a las propiedades, a los bienes raíces. Basta con una denuncia ciudadana para que el Estado decida terminar con el dominio de una propiedad y agenciársela, arbitrariamente, sin importar razones. Así que quienes renten casas a terceros, pueden perderlo todo por una denuncia ciudadana anónima que diga que en esa propiedad se comercia con drogas. ¿Verdad que no se les había ocurrido que ese noble y patriota gobierno blanquiazul repentinamente asomaría sus garras fascistas? ¿Quién es un enemigo para México?

El segundo asunto es el siguiente, y es aún más grave que el anterior, porque no sólo atenta contra mis propiedades, sino que atenta contra el más elemental derecho humano, que es el derecho a la privacía, a la seguridad. De acuerdo con la nueva legislación, los usuarios de teléfonos celulares deberán entregar su nombre, dirección, nacionalidad (lo que seguramente implicará algún trámite que no será ni gratuito ni sencillo de realizar), una identificación oficial, y (aquí está lo más grave) la huella digital. Esto, sin lugar a dudas, es un abuso y un atropello total. Es una chingadera del tamaño del estadio Azteca. Estos datos, incluida la huella digital, estarán en poder de la telefónica, es decir del prestador del servicio, e hipotéticamente deberá guardarlos hasta por un año y sólo podrá entregarlos a la autoridad en caso de una investigación que conduzca hacia posibles actos delictivos.
Apenas puedo creer que nuestros legisladores hayan aprobado una ley que establece semejante abuso. Esto sólo tiene un nombre: fascismo.


Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis también levantaron censos de gente que tenía una pequeña particularidad: ser judía. En cientos de ciudades y pueblos registraron en listados enormes a toda la población judía, para ubicarla perfectamente. Y lo que hicieron después todos lo sabemos. Millones de judíos dieron sus nombres y documentos para tales listados; entre otras cosas, porque no tenían otra opción, porque no hubo absolutamente nadie que alzara la voz contra tal arbitrariedad; porque todo mundo odiaba a los judíos. Y aquí, entre nosotros, la argumentación para este abuso es que tal registro es para menguar el poder de las bandas delictivas, que generalmente están coludidas con las mismas autoridades que ahora nos piden nuestra huella digital para "protegernos". ¿No fue eso lo que hicieron los nazis cuando llevaron a millones de judíos supuestamente a bañarlos? Toda proporción guardada, es exactamente lo mismo. El hartazgo hacia el crimen organizado, las múltiples vejaciones que cometen, nos hacen reaccionar como los alemanes de las postrimerías de los años 30 frente a la "amenaza" que representaban los judíos. ¿Parece exagerada mi comparación? No, no lo es.

Con la coartada de la lucha contra el crimen, el Estado lanza esta nueva cruzada, esperando que, igual que los franceses, los ingleses, los polacos, los checos, los alemanes en aquellos no tan lejanos días, nadie, absolutamente nadie alce la voz. Pues no. Esto es un abuso. ¿Por qué es un abuso? ¿Significa que estoy en contra del registro naciuonal de usuarios de teléfonos celulares? ¿Significa que estoy a favor de los criminales? No. Significa que estoy en contra de entregar mi huella digital a un particular.



¿Por qué es un abuso esta nueva legislación? Primero, porque la Constitución de la nación establece algo que desde hace décadas sabemos que existe en Estados Unidos pero en México no, que es la presunción de inocencia de todo ciudadano que tenga un proceso en su contra hasta que no se demuestre lo contrario. Esta presunción de inociencia ha sido subida a rango constitucional, lo que significa que a menos que haya una sentencia, no hay siquiera sospechosos de absolutamente nada. Un presunto criminal puede ser investigado y sus huellas digitales pueden servir para vincularlo con un crimen. Pero esta vinculación sólo se da si se cumplen dos requisitos. Que el criminal haya dejado algún tipo de indicio que conduzca hacia él, y que ese indicio se complemente con los registros que los sistemas de seguridad tengan. Es decir, que el criminal tenga registros dactilares en el sistema criminal del Estado previamente, o que a partir de ese momento se le abra un registro. Pero ojo, tal registro se hace a partir de que alguien viola las leyes, atenta contra un tercero, y no antes, de manera supuestamente preventiva. De modo que por extensión, si una de mis huellas digitales me es solicitada a priori por un particular, cualquiera que éste sea, se me está igualando con un presunto criminal, y por tanto se está violando, flagrantemente, el principio de presunción de inocencia. Por otro lado, sólo el Estado, a través de sus instituciones policiacas o de seguridad, puede, eventualmente, tener las huellas digitales de sus ciudadanos. Ya es bastante abusivo que nuestra huella digital esté en la credencial de elector, y más a sabiendas de que hace algunos años atrás el padrón electoral completo del Instituto Federal Electoral se vendió a una empresa particular en Estados Unidos. Es decir, el propio Estado no fue capaz de mantener en secrecía absoluta ese listado enorme de ciudadanos, cuyos datos fueron a parar en manos de nadie sabe bien quién ni con qué fines. Y hasta la fecha, no hay ni detenidos (no puede haberlos hasta que no se pruebe su culpabilidad) ni acusados de semejante acto. Y este era el listado nominal de electores de todo el país, que debría estar protegido por el Estado, que no pudo, no supo, o no quiso hacer nada al respecto. Que no ha hecho ni hará.

En segundo lugar, y esto es de enorme relevancia. Los datos de ese probable listado de usuarios de teléfonos celulares contendrá datos que, de alguna manera, son transferibles y que por sí mismos no comprometen la intimidad del usuario. Pero las huellas digitales son otra cuestión. Como sabemos, no hay dos juegos de huellas digitales iguales, y la posibilidad matemática de que haya otro igual es porcentualmente imposible y supera por mucho la cantidad de habitantes del planeta en su totalidad. De modo que este dato, mi huella digital, constituye un dato absolutamente propio, mío, individual, personalísimo, y sobre el cual el Estado no puede ni tiene derecho alguno a poseerlo. Mucho menos un particular, que no teniendo los recursos del Estado ni el control simbólico de la violencia que tiene el Estado, puede garantizar que tal dato en poder suyo estará a salvo. El Estado no puede solicitar una huella digital para un registro de tal naturaleza porque es violar la intimidad más profunda del individuo. Es una invasión absoluta de mi ser más íntimo, es dejar que un dato absolutamente intransferible de mi identidad quede en el aire, volando, sin garante alguno por parte del Estado de que no va a ser usado sin mi permiso. Como individuo, como ciudadano que conoce sus derechos, no estoy dispuesto a igualarme con presuntos criminales, sólo porque el Estado es incapaz de cumplir con su tarea de proporcionar seguridad y estabilidad. Conozco mis derechos, y uno de ellos es exigir, demandar del Estado que cumpla con sus funciones, y una de ellas, a partir de la cual surgen todas las demás, es que protega mi intimidad y que me brinde todos los elementos de seguridad y bienestar que protejan dicha intimidad.

Sin importar que haya una "cruzada" contra el crimen organizado, que las más altas autoridades del país estén "comprometidas" a vencer este "cáncer" que ataca a la sociedad (hay que recordar que hay cánceres que terminan por matar al paciente, sin importar que haga el doctor), sin importar qué vejaciones haya cometido el crimen organizado contra ciudadanos, una vejación más no va a solucionar este estado de indefensión en el que nos hallamos los ciudadanos ante el crimen organizado.

No me opongo a la creación de este sistema que pretende regular el servicio de telefonía celular, pero estoy seguro que por sí mismo no garantiza la seguridad de nadie, y en cambio sí viola mis garantías individuales de manera brutal. No olvidemos, por favor, que por eso se llaman garantías individuales y no colectivas (no existe tal figura jurídica en ningún sistema en todo el mundo). Porque a partir del respeto de dichas garantías, la colectividad termina por ser protegida. Porque el individuo es primero, y después es la colectividad, y no al revés. No soy, no somos individuos porque formemos parte de una colectividad. Y perdón que sea tan reiterativo. Sólo siendo un individuo primero es que me puedo integrar a una comunidad después, del tipo que sea.

Si el Estado desea garantizar mi seguridad, debe proteger mi privacidad, debe garantizar que nadie, ni siquiera él mismo, el Estado, va a violarla. Para proteger mi intimidad el Estado tiene una serie de obligaciones e instituciones que me garantizan, o deberían garantizar, la integridad de mi intimidad. No hay argumento ni situación alguna que valga para que el Estado pisotee mis derechos y lo haga con total impunidad. No estoy dispuesto a dar mi huella digital a un Estado que cada día actúa más con poderes absolutos y que no da razón de sus actos a nadie, que cada día más se parece a un Estado totalitario, fascista. Hay que decir decididamente NO. No voy a dar mi huella digital a un particular para que la guarde "por si se necesitara" en un futuro próximo sólo porque el Estado es absolutamente incapaz de garantizar mi seguridad. NO. No vivimos el mundo de ficción que describe Philip K. Dick en Minority Report. Si el Estado no puede contra la delincuencia hoy día, debe reconocer que sus estrategias para combatirla son equivocadas. Debe tener la humildad para reconocer sus errores y enmendarlos. Lo único que no puede hacer, es equipararme anticipadamente con presuntos criminales. Soy inocente hasta que no se demuestre lo contrario en un proceso judicial, y dado ese principio ahora vuelto constitucional, el Estado no tiene derecho a tener acceso a información mía que es totalmente íntima e intransferible, como es el ADN o las huellas digitales. No nos engañemos: la lucha contra el crimen no es óbice para que el Estado pisotee nuestras garantías individuales. Dos violaciones, dos actos ilegales no dan por resultado un acto justo. No somos Estados Unidos, donde el Acta Patriótica le permite al Estado detener, retener e investigar a cualquier ciudadano sospecho de terrorismo sin necesidad de presentarlo ante un juez, y mantenerlo en total aislamiento sin límites de tiempo. Hay que decirle al Estado mexicano que no, NO PUEDE VIOLAR MIS MÁS FUNDAMENTALES DERECHOS con el baladí argumento de la lucha contra el crimen o la defensa de la seguridad nacional. EXIJO QUE EL ESTADO MEXICANO CUMPLA CON SUS OBLIGACIONES SIN ATENTAR CONTRA MIS GARANTÍAS INDIVIDUALES.

¿Alguno de ustedes, mis estimados cero-lectores, está dispuesto a ceder sus garantías individuales en favor de la lucha contra el crimen? Piénsenlo muy bien, porque podría concedérseles.

sábado, agosto 23, 2008

Beijing 2008: de la Olimpiada de la ignominia al parto de los montes

Pues bien, mis testimados cero lectores. Las Olimpiadas de Beijing 2008 han llegado a su fin, y con ello concluye la Olimpiada de la ignominia. Y la llamo así porque los pudorosos atisbos de crítica social y política que alguna vez tuvo el COI, cuando vetó a Sudáfrica participar por la abierta violación a los derechos humanos por el régimen de apartheid que tuvo durante décadas, se desvanecieron ante el brillo del dinero que Beijing significó. De nada valieron las protestas y censuras que le llovieron a China por su violación de los derechos de los tibetanos, por su venta de armamento a países en conflicto en África, por la abierta censura a los periodistas antes, durante y seguramente después de concluida la Olimpiada, por no mencionar, por supuesto, la censura a sus propios ciudadanos. Todo esto le importó un pepino al COI, que, movido sólo por su ambición de dinero, pasó por alto cualquier posible objeción al respecto. Pero, por otro lado, estas Olimpiadas son un perfecto ejemplo del mundo de desigualdades en que vivimos, y en ese sentido, son también paradigmáticas de nuestra época: los juegos del dispendio, los juegos del exceso, los juegos de la hipocresía mundial. Los juegos que retratan lo que la humanidad es: un conjunto inconmensurable de seres humanos luchando por no hundirse en la ignominia, un pequeño grupo de países que mantiene su hegemonía político-económica sobre el resto, otro pequeño grupo buscando escapar de tal hegemonía, y en medio el más inmenso muladar jamás visto en la historia.

Las Olimpiadas no sólo fueron la proeza de Michael Phelps, el poder de Asafa Powell, la belleza de Yelena Isinbaieva, el dominio abrumador de China en el cuadro de medallas, que por vez primera mandó a Estados Unidos al segundo lugar, aunque en el total sigan siendo el país que más medallas acaparó; también fueron los juegos en que todo mundo, incluidas las televisoras, buscó aplastar a sus rivales. En el caso de México, sólo hay que ver cómo Televisa, a medio gas, pero con la cartera bien abierta, se llevó de calle a TV Azteca. El dispendio de ambas televisoras, de sobra conocido por el resto de las televisoras del mundo, sólo puede concebirse en el marco de un país sumido en la ignominia, la indignidad y la ignorancia generalizada de sus gobernantes, politicos, líderes de opinión y empresarios, que sólo buscan conservar sus privilegios y callar ante la abismal disparidad e inequidad entre un 50 % de la población sumida en la pobreza y el hombre más rico del planeta enriqueciéndose sin pudor alguno.




Los héroes deportivos de estos juegos, strictu sensu, fueron la perfecta coartada para ocultar la enorme disparidad que hay en el mundo de hoy, y la grosera forma en que los medios distorsionan todo y embaucan a los espectadors. Ello no significa demeritar el esfuerzo individual e institucional que respalda los resultados de cada atleta o grupo de atletas. Pero es indudable que para que exista un Michael Phelps se necesita de toda una infraestructura, de todo un marco mental y una determinación individual, social e institucional que es inexistente en el caso de nuestro país. Y es evidentísimo que un Michael Phelps no podría existir en México ni en un millón de años. Y a la inversa, un Michael Phelps es inconcebible en un medio como el mexicano acostumbrado al chanchullo, a las intrigas, a la corrupción, a la mentira, a la opacidad, y a una mentalidad de esclavos, como decía Nietzsche.
Y en ese sentido, ante tan pobres resultados de la delegación olímpica mexicana, sólo podemos afirmar que hemos testificado, una vez más, el parto de los montes. Y es que no hace falta ser un genio para percatarse que lo que se vio de la delegación mexicana es el reflejo del país: ya lo dije antes y lo repito ahora: México es un país de fracasados y no de triunfadores, como desea el enano calvo de la Presidencia. Sólo hay que hacer una pocas y elementales cuentas para percatarse del nivel del fracaso. La delegación deportiva mexicana (sin contar a los funcionarios y demás mama-presupuesto profesionales que reptan en las diversas federaciones) constó de 85 deportistas, de los cuales sólo cuatro obtuvieron tres medallas, dos de oro y una de bronce, para ocupar el lugar número 34 en la tabla de posiciones olímpicas. Un porcentaje de efectividad del 2.5 %. Si consideramos, por ejemplo, que Panamá, un país cientos de veces más pequeño que México, que no cuenta ni en sueños con las instalaciones deportivas ni los presupuestos estatales con que cuenta México, el resultado es aún más vergonzoso. Panamá envió tres representantes, y ganó una medalla de oro, para un porcentaje de efectividad de 33 %. Claro, eso es una trampa, porque ni los panameños esperaban ganar siquiera una de bronce. Pero, finalmente, ese es el resultado. Las matemáticas no mienten. Si además subsumiéramos ese triste 2.5 por ciento de efectividad deportiva de acuerdo a las disciplinas en sí, cada una por separado, el resultado es aún más triste. No digamos comparar a México con Jamaica, o con Etiopía, o con Kenia. O con países de la misma región: con Argentina, con Brasil, con Cuba, con Canadá. Países como Armenia, Taiwán, Nigeria, Grecia, Croacia, India, Indonesia, Zimbabwe, Lituania, obtuvieron, globalmente, es decir en total, más medallas que México. Muchos de esos países ni remotamente tienen los recursos que tiene nuestro país, pero tampoco los deportistas, los politicos, los empresarios, los representantes deportivos y populares que tiene México; y algunos tienen una pobreza acuciante más grave que la nuestra.
Que Estados Unidos y China hayan peleado por la supremacia en el tablero de medallas sólo demuestra que ambas naciones son las que hoy en día dominan el mercado internacional. Y en el mismo sentido, tales resultados marcan el declive de una y el ascenso de la otra. Pero tampoco hay que cantar las golondrinas al Imperio, porque China es, asimismo, una nación de contrastes, como México, donde ciertamente hay una enorme riqueza, pero concentrada, allá igual que aquí, en unas pocas manos, mientras millones de chinos se mueren de hambre, y los políticos se enriquecen al amparo de la concentración del poder político y el económico, mientras millones de chinos viven o sobreviven pirateando todo lo pirateable, erosionando la misma fortaleza económica del nuevo imperio, con las mismas herramientas que generan tal desigualdad económica.
En el caso de México, esto es igualmente obvio, y las olimpiadas sólo ponen de relieve no sólo la desigualdad sino la improvisación. No llegó a la Olimpiada un sólo conjunto que trabajara en equipo (el relevo en atletismo apenas se puede considerar como una broma de mal gusto), y todos lo que llegaron fueron en participación individual, o cuando mucho en equipos de dos, o cuatro. Los resultados y lugares ocupados por los diversos "deportistas" en algunas disciplinas ponen en evidencia algo más: ricos o pobres, todos dan los mismos penosos y lamentables resultados: Los deportes de ricos, como equitación o regata, sólo mostraron que no basta con tener dinero y exprimirle al presupuesto estatal todo lo exprimible, son igual de mediocres que los de deportes donde hay que sudar y partirse palmo a palmo con otros. La mediocridad campea por igual entre ricos que entre pobres, sólo que aquéllos lo disimulan mejor y nadie los conoce. La pariticpación en varios deportes, como kayak, sólo puede mover a risa. ¿En dónde se va a entrenar un kayakista en México? ¿En qué ríos hay rápidos suficientes como para vcencer o siquiera competir con las potencias europeas en semejante disciplina? Ni hablar de disciplinas como esgrima o piragüsimo (¿por qué diablos no enviaron a lancheros de Xochimilco o de Michoacán a esa competencia?)
Por otro lado, la forma chantajista y fantoche de las televisoras, en particular de Televisa, a la hora de presentar a los deportistas y sus historias no puede ser más insultante. Y no porque no haya que demeritar el esfuerzo de los deportistas, sino justamente porque demuestra que las instituciones deportivas no sirven para un carajo. Durante semanas previas a las olimpiadas transmitieron conmovedores reportajes donde era posible ver las pavorosas carencias de prácticamente todos los participantes, los retos que tuvieron que vencer, la pobreza en que viven, la falta de apoyos institucionales. Es un milagro que haya deportistas olímpicos en México. Por supuesto, Televisa se cuidó muy bien de no mostrar a quienes participaron en deportes que no permitieran el derramamiento desmedido de lágrimas y moco por las carencias sociales y económicas, porque ¿quién podría sentirse conmovido ante la historia de sacrificios de José Chedraui [¿de quién será hijo con ese apellido? ¡No puedo imaginármelo!] y su trío fantástico en hipismo [más si uno se entera que quedaron en el honroso lugar 40]? Menos al saber que esta cuarteta heroica de deportistas ni siquiera avanzó a la siguiente fase de su participación. Tampoco mencionaron el esfuerzo denodado de deportistas que participaron en, por ejemplo, tiro, como Ariel Mauricio Flores, de quien no sabemos con qué sacrificios se hizo de su pistola y cuántos sacrificios adicionales tuvo que realizar para comprar sus balas, lo que le permitió alcanzar un honroso lugar 27; o Tania Elías Calles [nuevamente, ¡no puedo imaginarme de qué político pueda ser nieta!] en vela y su honroso lugar 17. A no dudar, también ellos debieron hacer sacrificios, esfuerzos denodados por llegar a los lastimosos lugares olímpicos a que llegaron, y es triste pensar que no hubo nadie que los recibiera como héroes en el aeropuerto al llegar de tan sacrificada estadía en China. ¿Cómo queremos entonces que nos den buenos resultados si los lanzamos a la aventura y no les damos siquiera una resortera? ¡No alcanzó siquiera para un sal de uva picot, como le sucedió a José David Galván en diez mil metros! Tuvo agruras durante la competencia por algo que cenó la noche previa. Les juro que eso dijo ante las cámaras de TV Azteca: "Me dieron agruras... no sé, algo que cené me hizo daño"... y no había sal de uvas picot o Alka-Seltzer , ¿y cómo diablos le preguntas a un chino dónde venden Alka-Seltzer? ¿Qué tal si te venden uno pirata y sale peor el remedio que la enfermedad?
Eso explica por qué Yadira Silva Llorente no pudo siquiera pasar a la primera ronda en tenis de mesa. O cómo en natación un egregio tritón como Juan José Veloz, haciendo eco de su nombre, quedó en el lugar 45 en cien metros mariposa; o Larry Michael Langowsky en lucha grecorromana no pudo con su primer rival y quedó eliminado; o cómo el judoca Arturo Martínez Rivera quedó igualmente eliminado apenas enfrentó a su primer rival; o cómo Maricela Cantú quedó en el lugar 56, y por tanto eliminada, en gimnasia artística, lo mismo que Angélica Larios Delgado en esgrima, al perder con su primera oponente (además, su equipo de competencia era como de hace quince años, con cables y toda la cosa, en lugar de los sistemas inalámbricos de ahora, ulta modernos y rápidos). ¿Le sigo o prefieren ver ustedes los resultados? Mejor:
Desde este enlace pueden, por supuesto, ver la notable presencia de México en la historia de los juegos olímpicos del pasado siglo, y revisar con detalle, siguiendo los enlaces internos, todo un largo listado detallado de lo que la presencia mexicana ha significado en tales justas, y hacer comparaciones con países como Jamaica, Kenia, entro otros que me vienen a la mente.
En fin, que ricos o pobres, poderosos o escuálidos, con historias de superación y lucha individual, o de apoyos familiares en serio, o de brumosa oscuridad, como sea, los atletas mexicanos son un reflejo fiel, puntual, de lo que es México hoy, de lo que ha sido siempre, de lo que seguirá siendo per saecula saeculorum: un país de fracasados que necesita héroes a quiénes venerar, y que busca salir del hoyo sin planeación, sin ideas (ni siquiera ajenas, porque, encima de todo, somos un país extremadamente nacionalista, o sea pinches ñoños), sin organización, a la buena de Dios, a ver si el campeón se tropieza o lo fulmina por casualidad un rayo o cambian de repente las reglas de competencia como en los chistes. Porque en el mundo de los chistes, por supuesto, los mexicanos son siempre los mejores, pero en el de la realidad, en donde ni los rusos ni los gringos son unos cretinos, el mexicano promedio no saca jamás la casta, y no basta con el corazón, con el triste ¡Vamos México! para ganarle a nadie. En el mundo de la competencia real, del esfuerzo medido y calculado, la dieta T hace estragos, y el país entero se deshace como una desabrida tortilla de Maseca. Sólo en el mundo ridículo de las televisoras, de Televisa, un chef mexicano le gana a uno francés y uno brasileño en una ridícula competencia olímpica de huevos fritos. Ese es el mundo en el que vivimos: el de la ilusión y la fantasía, el de competencias imaginarias que a nadie importan, el de los chistes que nos consuelan de la mediocridad nacional generalizada, el de la pobreza abrumadora que genera desigualdades y criminalidad rampante, el de los salarios deprimidos, el de la nula competitividad industrial, el de los políticos corruptos de todo tipo, el de ciudadanos irresponsables, el de intelectuales orgánicos y no orgánicos que lamen la bota del poderoso porque el ciudadano común también lo hace a su manera. El triste país en que vivimos, y del que no hay manera de librarse. Y como no hay manera de librarse, los medios de comunicación, desde hace años, hablan de deportistas "orgullosamente mexicanos", del talento nacional, que nadie conoce fuera de nuestras fronteras.
Así, las televisoras arengan al ignaro pueblo mexicano para que apoye a deportistas que nunca han demostrado valer lo que les pagan, como sería el caso de los futbolistas de las varias selecciones nacionales, y llaman a continuar con la lamentable tradición de improvisación de nuestros deportistas, en lugar de exigir planes y organización a mediano y largo plazo. Ese es el México real. No el inexistente México de triunfadores con que onanistamente sueña el cretino de la Presidencia. Y ahora que el sueño olímpico regresa al reino de los sueños, nos toca enfrentar la triste realidad de un país envuelto en la ingobernabilidad, en las reuniones del consejo de seguridad para tratar de controlar la criminalidad, hundido en el desempleo generalizado y la criminalidad organizada por los mismos que se supone deberían combatirla, por toda clase de signos que una y otra vez nos dice que este país no va a levantar cabeza nunca, porque a nadie le importa. Eses es el México real.
Literalmente, somos el producto del parto de los montes: miserable ratón que mejor huye a esconderse antes que los gigantes se lo coman.