viernes, febrero 10, 2006

Respuesta al recado previo

El post de hoy es una respuesta a las amables palabras de uno de ustedes, mis necesarios cero lectores, que después de leer las cuatro largas entregas previas, me dejó un comentario al respecto.

Me da gusto saber que no sólo soy leído por público en general, sino por uno que otro colega, aunque su identidad permanezca en las sombras. Es un derecho que le asiste. Y con respecto al comentario de este amabilísimo colega, que por sus palabras asumo es más joven que yo, puedo asegurarle, contrario a lo que él piensa, que sé exactamente cómo le pesan mis palabras, la dureza de lo que expreso. Sé cuánto dolor le pueden provocar, la gravedad de lo expresado. ¿Por qué lo sé? Porque no hablo desde una cómoda poltrona ni de aquello que no he experimentado. Qué fácil sería dar consejos de algo que uno no practica. Y sé lo que pesan porque a mí mismo me pesan, y aquí sí creo que puedo decírselo a este colega, más de lo que él se imagina. Porque no es sencillo pensar de esta forma, y relacionarse con la palabra de esta forma, y ser congruente con ello, y vivir acorde a eso. Cuando critico la vida literaria no es únicamente por un prurito intelectual, sino porque ya la viví, y sé de sus excesos. Como Martí, si hablo del monstruo es porque viví en sus entrañas.

Por eso en otro post hablaba de que la literatura no es todo lo externo, sino la creación. Para que exista todo lo demás, primero debe ser lo primero.

El problema de la literatura no tiene que ver con la inteligencia, no al menos como académicamente se le concibe. La razón por la cual la literatura mexicana es tan poco atractiva hoy día no es ésa. Es porque todo mundo está más interesado en el reconocimiento, en los premios. Y hay también otro asunto que no ha sido nunca señalado, y es el hecho de que pareciera que hay demasiados escritores, narradores, poetas. Pero no es cierto que los haya. Hay mucha gente, sí, escribiendo, pergeñando hojas que después aparecen firmadas con el nombre de cada uno. ¿Pero autores? No los hay. Y el problema es la sobreabundancia. De todo: de opciones para publicar, de darse a conocer, de leer las chingaderas que uno escribe, de salir en la tele a rebuznar con singular alegría. El aumento en la escolaridad general del país no significa que haya más autores. Y así como señalaba que la cantidad de lectores de poesía es hoy más o menos la misma que había en la época de Contemporáneos, es decir una auténtica minoría, también es un hecho que no ha aumentado el número de creadores, de autores. Como decía Ernst Jünger, y me desde hace años me adscribo a esta idea, escritor cualquiera lo es, pero hay que ganarse el título de autor.

Y tampoco considero que el teatro esté mucho mejor que la poesía, antes bien sólo de milagro no se ha ido a la coladera, y eso gracias a un reducidísimo número de autores. El dinero, la televisión, la actualidad mal entendida, el morbo, el escándalo, guían a la mayoría de los dramaturgos que suelen comportarse como buitres. Y la imagen no es gratuita: sólo les interesa la carroña. ¡Y que me perdone quien tenga que perdonarme!

Ojalá este amable colega siga visitando este espacio, porque pienso seguir profundizando en estos asuntos. Sólo quiero señalar algo en atención suya, y de otros que han dejado algún comentario. Siempre, invariablemente, contesto todos los mensajes que me son dejados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmm...me quedé pensando