Mis estimados cero lectores. Si este espacio estuviese dedidcado a la crítica de las ineptitudes de nuestros justos gobernantes, no habría tiempo siquiera para hacer más nada. Hago una excepción, porque en estos momentos en que desde el Poder Ejecutivo se ven héroes por todas partes, tal vez nuevos héroes que sustituyan a los del pasado (porque, ¿a quién chingados le interesan vejestorios que no tienen relación con el pasado histórico de los lobotómicos que nada saben de historia?), es importante que sepamos que un país que se abandona al presente está condenado a no llegar al futuro. Uno de mis fieles cero lectores me envía la siguiente nota, que transcribo textualmente, con algunas correcciones menores, para deleite, pero sobre todo para información de todos.
La Mansión de la Locura o la Casa de Aquiles Serdán en tiempo de Alejandro Montiel
(Columna entre dos citas, con héroes, gendarmes porfiristas y burócrata con traje nuevo)
Aunque el quintacolumnista prometió no volver a escribir sobre el secretario de Cultura, la realidad metió de nuevo en la agenda los desmanes que éste viene cometiendo.
Para entrar en materia, una cita necesaria:
“...Habiéndose denunciado al gobernador Mucio Martínez que allí había gran existencia de armas, trataron de entrar el jefe de la policía y varios gendarmes el 18 de noviembre, pero fueron recibidos a balazos, quedando muerto el jefe. Luego soldados ocuparon las torres de Sta. Clara, S. Cristóbal, Sto. Domingo y Sta. Teresa y atacaron la casa, a la cual se introdujeron por un edificio situado a su espalda, en la calle de Mesones. Los miembros de la familia Serdán resistieron durante tres horas, hasta el mediodía, cuando se rindieron, habiendo muerto Máximo Serdán, hermano de don Aquiles, y otras seis personas. A las 2 de la mañana mataron a don Aquiles al salir de un subterráneo, después de haber permanecido más de 14 horas en aquel lugar. Una placa en la pared de la casa reza: A LOS HÉROES Y MÁRTIRES DE LA DEMOCRACIA AQUILES Y MÁXIMO SERDÁN Y COMPAÑEROS, 18 DE NOVIEMBRE DE 1910. FRANCISCO MOCTEZUMA. J. RAPOSO. M. GONZÁLEZ E. ZEPEDA.” (Leicht, Hugo. Las Calles de Puebla.)
Una vez comprendida la dimensión heroica de la vocación política de los Serdán tenemos ya la idónea perspectiva de juicio.
En la vida pública existen omisiones imperdonables.
Una de ellas es la destrucción del patrimonio histórico de la Nación por la ignorancia, negligencia y falta de sensibilidad social del encargado del despacho cultural del Ejecutivo.
La casa que fue de los hermanos Serdán, la que fue declarada Museo Regional de la Revolución, la misma que está ubicada en el 206 de la calle 6 oriente, frente a la iglesia de Santa Clara y en pleno centro histórico de la ciudad de Puebla, está a punto de perderse irremediablemente por la falta de atención oficial.
Es increíble el abandono en el que se encuentra ese sitio histórico y cualquier lector podrá comprobarlo e indignarse con sólo pagar los quince pesos del boleto de entrada.
De tal magnitud es el deterioro de la Casa de los Serdán que sería mejor que la Federación se hiciera cargo de su custodia, administración y mantenimiento.
El INAH o la Secretaría de Gobernación del Gobierno Federal harían mejor papel que el cómico elegante Alejandro Montiel.
Las carencias que sufre esa casa, que es uno de los símbolos fundamentales de la Revolución Mexicana, son muchas, pero básicamente de dos naturalezas: Físicas y financieras.
Por un lado: Falta mantenimiento a los techos que ya están vencidos, de pintura a los muros y puertas, de revisión de las instalaciones eléctrica e hidráulica.
Académicas y museográficas por otro: Ausencia de un curador, de un guión museográfico, de capacitación profesional al personal, de materiales impresos, de artículos promocionales, de un programa académico de promoción de la identidad histórica.
Sin embargo, todas estas carencias se pueden resumir en una sola: carecemos de un secretario de cultura que respete el patrimonio cultural de Puebla y que trabaje para preservarlo.
Mientras tengamos al eurocéntrico, al francófilo le petit monsieur Montiel que vive (como Madame Bovary) añorando París, el patrimonio cultural de Puebla estará en peligro.
El 18 de noviembre de 1910 los Serdán fueron abandonados a la muerte por los poblanos, supuestamente maderistas, que no acudieron al llamado de las armas para combatir al Dictador.
Ahora, en el 2007, a tres años del Centenario de la Revolución Mexicana, los Serdán sufren el abandono y desprecio institucional del pusilánime que inexplicablemente sigue cobrando por un trabajo que no hace. Incuria que ahora afrenta al País y a la memoria de una ilustre familia de luchadores sociales cuyo valor y valentía están a años luz de la calidad moral del simulador, del burócrata que cada quincena estrena traje y corbata.
Ahora, en el 2007, a tres años del Centenario de la Revolución Mexicana, los Serdán sufren el abandono y desprecio institucional del pusilánime que inexplicablemente sigue cobrando por un trabajo que no hace. Incuria que ahora afrenta al País y a la memoria de una ilustre familia de luchadores sociales cuyo valor y valentía están a años luz de la calidad moral del simulador, del burócrata que cada quincena estrena traje y corbata.
Y para terminar, promovamos la lectura con otra cita:
“...no tardaron mucho en tirar a culatazos el zaguán de la casa. Al ingresar al patio, algunos soldados dispararon por precaución. El ruido de la fusilería que había estremecido a la ciudad de Puebla durante casi cuatro horas era sustituido por los gritos de algarabía de los vencedores. El panorama era desolador. Los muros, las ventanas, los techos, estaban destruidos casi por completo. La azotea y las calles estaban teñidas de rojo. Los muertos de ambos bandos mostraban la crudeza del combate. Dieciséis personas se habían enfrentado a casi mil soldados...” (Rosas, Alejandro. Carmen y Aquiles Serdán. Planeta–Secretaría de Cultura de Puebla. México, 2004).
Como verán, mis cero lectores, tal vez habremos cambiado de regimen político en el 2000, pero la mendicidad mental está hoy peor que nunca. Somos un país al garete, conducido por un enano que no tiene memoria histórica ni le importa el país. Cómo pedirle a los subordinados que la tengan. O que algo les importe. Como me dijo René Drucker Colín hace un par de semana: “Este país ya bailó”. Ya mi padre me había dicho los mismo hace por lo menos 20 años.