Mis queridos cero lectores, aprovechando estos días de semi-asueto, continuaré con la reflexión pasada del prestigio literario. Para esta nota agradezco infinitamente la colaboración de uno de ustedes, que amablemente me envió dos enlaces a dos notas referentes a la hipocresía (por decir lo menos) de la Poni y su defensa de los desvalidos, de los pobres y marginados del país.
El problema del “prestigio indubitable” es que se transforma en un dogma, en una verdad incontrovertible, en un fetiche no muy distinto de los fetiches religiosos, con un grave problema adicional: ciega a tal grado a quien cree en estos fetiches, que hace imposible toda comunicación de carácter reflexivo e inteligente. Lo que el reciente affaire Poniatowska-PAN pone en evidencia es la ceguera de este sector de la población, que ha sustituido a san Judas Tadeo, a la virgen María, por la venerada imagen de Elenita Poniatowska. No lo digo yo, lo dice un tal Carlos Finck P., “artista visual”, algo que puede querer decir casi cualquier cosa. En su defensa de la Poniatowska, dice este prohombre, entre lágrimas, mocos y sofocos: “¿Cómo se atreven a usar la imagen [sic] de esta señora por todos venerada [sic] para decir mentiras? Estoy profundamente indignado, el pan (así, con minúsculas) debería desagraviar a una de las personas que le han dado renombre a nuestro país [¿renombre? ¿Cómo en dónde le ha dado ese renombre?], a nuestra nación, por su enorme labor como escritora, periodista, y, lo más importante, como ser humano comprometido con México y sus culturas, que ella ha sabido reconocer y dignificar como nadie”.
El problema de este pleito de vecinos ideológicos es que la defensa de la Poni por parte de sus seguidores está basada en absolutamente nada, o sea en categorizaciones de carácter absolutista: “por todos venerada”, “una de las fuerzas morales”, “la más grande escritora que tiene el país en estos momentos”, “una de las mentes más preclaras de México”, “una autoridad no solamente en las letras, sino moralmente”, “una de las figuras literarias y periodísticas más inteligentes, nobles y honestas de nuestro país”, “una gran escritora, es una defensora notable de los derechos humanos, es una activista que renueva sus causas sin jamás abandonarlas”, “en el caso de este ‘duelo de espots’ no está ni podría estar a discusión la credibilidad de Elena Poniatowska”. Todo esto apareció el mismo día en el mismo periódico: La Jornada, lunes 10 de abril de 2006, en el marco de un encabezado sorprendente: “Desató AN campaña de odio contra Poniatowska”.
Lo que pone en duda este pleito de vecindad es, justamente, esta “credibilidad” indubitable que Monchifláis defiende, como el abuelo despistado que defiende la virginidad perdida de la sobrina que se va a casar. Es decir, la “credibilidad” de la Poniatowska se pone en tela de juicio. Y es un muy mal síntoma que un sector supuestamente ilustrado de la población descalifique a otro sector, cualquiera que éste sea, sólo porque no venera con la misma pasión a su santa. Lo curioso de este asunto es que ha sido generalmente la izquierda la que se ha opuesto a eso que suelen llamar pensamiento único, dogmatismo capitalista, ideológico, como si ellos mismos no incurrieran en la misma falta. La defensa rabiosa de la Poniatowska es un ejemplo claro de ello.
Ideologizado desde el principio, la defensa se hace desde el periódico que se ostenta como la voz de la izquierda en México, y quien no está con ellos está contra ellos. Sin duda, ecos stalinianos hay en semejante argumentación. El problema es que esta izquierda sustituye un absoluto categórico por otro, y ni siquiera hay una justificación de tipo nihilística, nietzscheana, en ello. Si Dios ha muerto, es posible sustituirlo por la Poniatowska, que está igual de anciana y chochea igual, o hasta peor. Pero, ¿es cierto que el prestigio de la Poni no puede ser puesto en duda, como afirma cínica e ignorantemente Monchifláis? ¿Es cierto que ella es ese dechado de virtud que idiotas como la Jesusa defienden con entusiasmo digno de mejor causa? ¿Dudar de su inmaculada sabiduría y su prestigio es desatar una campaña de odio, como pretende La Jornada? Sólo hay una forma de saberlo.
No voy a entrar en una discusión ideológica, que ya sabemos es la estratagema perfecta para descalificar al oponente. Pero sí creo que es posible señalar que este “prestigio” indubitable de la Poniatowska merece una revisión a fondo, un ejercicio de carácter histórico-revisionista sin afanes de linchamiento que nos permita saber si ella es, efectivamente, una persona intachable, casi una santa, o si se trata de una oportunista barata, una chantajista profesional que sólo busca colgarse de causas que le son política e intelectualmente redituables para ganarse al pueblo ya así obtener el visto bueno como ciudadana mexicana. A guisa de ejemplo, ofrezco un par de botones de lo que parece ser un patrón consuetudinario de comportamiento de “esta señora”.
El primer ejemplo proviene de una investigación realizada por el periodista José Pérez-Espino, publicada el 20 de febrero de 2006 (es decir, poco menos de dos meses antes de esta “campaña de odio” emprendida por el Partido Acción Nacional en su contra) en Al Margen. Periodismo de Investigación, Medios y Literatura (http://www.almargen.com.mx/notas.php?IDNOTA=791&IDSECCION=Homicidios%20de%20Mujeres&IDREPORTERO=José%20Pérez-Espino), una publicación por Internet. Por su extensión, sólo cito la parte referente a la Poni, a fin de que cada lector se forme su propio juicio:
“Los devaneos de Poniatowska
El 29 de marzo de 1999, las periodistas juarenses Rohry Benítez, Adriana Candia, Guadalupe de la Mora y Josefina Martínez, buscaron reunirse con Elena Poniatowska en el Distrito Federal. Habían escrito el libro El silencio que la voz de todas quiebra, que la editorial Planeta no quiso publicar y sin embargo se quedó con el manuscrito aprovechando la idea para encargar su redacción a Víctor Ronquillo.
La escritora se tardó más de un año en atenderlas. Sólo después de que en algunos medios se cuestionó la integridad ética de Planeta y de Ronquillo, quien se apropió de investigaciones ajenas sin dar crédito a sus autores.
El viernes 21 de abril de 2000, Elena Poniatowska publicó en La Jornada una exculpación:
“Cuando (las cuatro periodistas) me visitaron en el DF, yo misma tenía tantísimo trabajo y el tema de las muchachas muertas me pareció tan feo que las relegué para más tarde, decepcionándolas. Hoy, les pido una disculpa. Estoy segura de que involuntariamente contribuí al clima de misoginia con el que se toparon en la ciudad de México al presentar su manuscrito. Los temas del aborto, el maltrato a la mujer y el asesinato son dolorosos, y casi todos preferimos darle vuelta a la hoja”.
En ese momento, marzo de 1999, el caso de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez aún no era rentable para muchos de los medios y periodistas en el DF. La revista Proceso, por ejemplo, todavía no lo publicaba en portada como asunto principal para publicitar el libro de Editorial Planeta.
Y si revistas como la de Julio Scherer no se habían ocupado del caso, a escritores como Poniatowska “el tema de las muchachas muertas” les parecía “tan feo” que lo relegaban “para más tarde”. Por eso prefirió “darle vuelta a la hoja”, según sus palabras.
Tres años después, la escritora no ha dudado en permitir que su nombre sea utilizado en la promoción del documental Señorita extraviada, de la chicana Lourdes Portillo.
Hoy, la autora de “La noche de Tlatelolco” tiene mucho tiempo para una estrella de la industria de los documentales en Estados Unidos: el que no tuvo para las cuatro periodistas juarenses que en marzo de 1999 buscaron su apoyo.
Obviamente, para la escritora francesa arraigada en México no es lo mismo avalar un libro escrito por periodistas sin influencias en el DF, que seguir los reflectores que genera un documental elaborado por una cineasta que reside en Estados Unidos, que tiene el apoyo de fundaciones extranjeras, que hace años fue nominada al Óscar por mejor documental y que ha ganado múltiples premios internacionales.
¿“Llaveros de pezones”?
Elena Poniatowska es la protagonista de uno de los mayores excesos de ligereza cometidos a través de la televisión en torno a los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez.
Amparada en su prestigio y no en hechos probados y comprobables, Poniatowska incurrió en un desliz de antología durante una de sus cotidianas participaciones en El Noticiero, en el Canal 2 de Televisa.
La escritora dijo:
“Ciudad Juárez es una rasposa franja industrial de maquiladoras que ensamblan productos para exportar productos para exportación frente al Paso, Texas (sic)”.
Enseguida comenzó el exabrupto:
“Allí, cuando tienen una desavenencia los esposos amenazan a sus mujeres: ‘si no haces lo que yo te digo voy y te tiro en el desierto’ (sic). ¿Por qué? Porque desde hace más de ocho años mujeres entre los 15 y los 25 años son misteriosamente violadas, estranguladas, asesinadas y abandonadas en el desierto al oeste de la ciudad (sic)”.
“Como el gobernador de Chihuahua se ha desentendido de la tragedia, las madres y los familiares de las víctimas se han unido para llevar a cabo sus propias investigaciones y denunciar a policías y procuradores ineptos. Sin embargo, con una despiadada ironía, ahora en Ciudad Juárez se venden llaveros con formas de pezones de mujer (sic)”.
En efecto, son palabras de Elena Poniatowska, en red nacional por el Canal de las Estrellas de Televisa. Las pronunció el viernes 18 de julio, el El Noticiero que conduce Joaquín López Dóriga, en la sección llamada “En la opinión de...”
Que una “vaca sagrada” de las letras capitalinas formule declaraciones de tal naturaleza, revela el grado de manipulación y ligereza con la que se habla en los medios del Distrito Federal acerca de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez, lo que a su vez alimenta el estigma que persiste sobre la frontera.
Para colmo, Poniatowska intituló su colaboración como: “Las muertas de Juárez”, igualito que el libro de Víctor Ronquillo que ella misma había criticado en un artículo publicado en La Jornada, por la forma en que Planeta se apropió del manuscrito de las siete periodistas juarenses.
Por la distancia con el DF es comprensible que ni La Jornada ni Elena Poniatowska utilicen como fuente de primera mano a la prensa de Ciudad Juárez. Pero tampoco atienden a fuentes cercanas en la precisión de sus datos relacionados con las características de las víctimas.
Según Julia Monárrez Fragoso, en su artículo “Feminicidio sexual serial en Ciudad Juárez: 1993-2001”, publicado en la revista Debate feminista, en su edición de abril de 2002, del total de las víctimas identificadas: 12 por ciento son menores de 15 años, 15 por ciento son mayores de 25 años y 10 por ciento son mayores de 30 años.
Igualmente, 13 por ciento eran empleadas de maquiladoras, 58 por ciento no tenían una ocupación específica, el resto eran estudiantes, amas de casa o empleadas del sector servicios.
La precisión en los datos no se contrapone a la exigencia de que sean esclarecidos los homicidios aún impunes, ni a la solidaridad con las familias de las víctimas. Pero en vez de consultar y citar fuentes, escritores afamados como Elena Poniatowska han preferido repetir datos falsos.
Los mitos recurrentes
La Jornada no ha realizado un ejercicio de rectificación y todavía sostiene sus errores, ratificando los mitos generados hace más de cinco años por el mismo diario. En un reportaje publicado el lunes 4 de noviembre de 2002 en el suplemento Triple Jornada, el titular principal establecía:
“Alguien muy poderoso, con protección policíaca, tras el impune feminicidio en Ciudad Juárez: peritos y activistas”.
Un balazo aseguraba: “Hay 44 osamentas en costales en el anfiteatro municipal”. Y el sumario: “320 asesinatos, 95 de ellos seriales”; “Sadismo sexual y asfixofilia entre los desordenes mentales de los criminales”; “Las autoridades no toman en serio la investigación porque las víctimas son pobres”.
En el cuerpo de la nota, La Jornada repite los mismos estereotipos que inventó hace más de un lustro:
“Las víctimas fueron seleccionadas previamente, ya que tienen las mismas características. Eran jóvenes, en su mayoría empleadas de plantas maquiladoras o de comercios en la zona centro de Ciudad Juárez, que no contaban con vehículos para trasladarse y que tenían que viajar en camiones de pasaje urbano.
“Eran bonitas y jóvenes, delgadas, morenas de cabello largo, que vivían en los cinturones de miseria que rodean la ciudad y que llegaron a la frontera desde otras ciudades...”
Más adelante, el diario dice que a las víctimas “aparte de violarlas sexualmente por ambas vías (sic), el o los homicidas, les apretaban el cuello para estrangularlas, con lo que el violador sentía mayor placer porque ellas contraían de esta forma sus órganos genitales, además las mordieron, y atacaron con cuchillos en pecho y abdomen en extraños ritos de muerte (sic)”.
La nota agrega:
“Algunas tenían los senos cercenados, otras como las ocho localizadas en el mismo sitio el año pasado, tenían el pelo cortado en la base del cráneo, unas cuantas tenían cortado un triángulo en sus órganos genitales lo que hace pensar en ritos satánicos (sic)”.
Con esa ligereza expone La Jornada al resto del país el caso de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez. En este caso, simple y llanamente el redactor utiliza como fuente a su imaginación. Sólo así alguien puede “pensar en ritos satánicos” en vez de investigar.
Un estigma rentable
La deficiente y manipulada cobertura informativa de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez por parte de la prensa del Distrito Federal ha contribuido generar mitos y a preservar la impunidad.
Los que más se repiten en la prensa del DF son que “todas” las víctimas “fueron violadas”, “fueron estranguladas” “son obreras”, “tienen entre 15 y 25 años” o que “son menores de 20 años”. Que a “todas” las mujeres “los senos les fueron cercenados” y “las arrojaron al desierto”. O que “hay un asesino en serie”, a “todas” las asesinaron “en ritos satánicos”, “para vender sus órganos”, “en una secta” o “en una logia”.
En el Distrito Federal, paralelamente, se ha generado una industria de presunto apoyo a las víctimas. Ya existen documentales, películas en video, libros, obras de teatro, colectas (se invitó a ir a depositar dinero en una urna del Teatro Insurgentes y se afirma que el producto de la venta de videos es para los familiares de las víctimas), entre otras actividades evidentemente lucrativas.
Por ejemplo, sobre el documental “Señorita extraviada”, el crítico de cine Rafael Aviña escribió en el diario Reforma, el viernes 16 de agosto, más como publicidad que como análisis:
“... es el asesinato en serie practicado contra un sector desprotegido y nulificado por una sociedad machista y violenta: jovencitas entre los 12 y los 20 años, la gran mayoría, trabajadoras de las maquiladoras que abundan en esa región. Es decir, vulnerable carne de cañón para una jauría hambrienta de sexo y sangre que ha operado con el apoyo de instituciones de justicia corruptas y de gobiernos priístas y panistas que se han lavado las manos en el caso de más de 300 mujeres violadas, asesinadas de manera brutal, y abandonadas en el desierto de esa gran ignominia que es Ciudad Juárez”.
Hasta aquí la nota de Pérez-Espino. Al menos, la parte dedicada a esta mujer casi santa que es la Poniatowska, o que pretenden es. De su lectura se desprenden varias cuestiones, ninguna de la cuales es un secreto o algo que nadie supiera. Primero, si la causa no es redituable, la Poni no va a mover un pinche dedo arrugado en defenderla. Segundo, su “honestidad intelectual” queda aquí para el análisis que cada quien desee realizar. Y a menos que se haga con la misma honestidad de ella, sólo puede haber un veredicto. Claro, ya oigo a los trolls (como dice The Mexican Loco, de pincheschinos!) decir estupideces ideológicas. Pero para ellos es el siguiente ejemplo.
La nota apareció en Anodis, agencia de noticias sobre la diversidad sexual (http://www.anodis.com/nota/6777.asp), el 10 de abril, el mismo día que La Jornada llamaba a blanquear sepulcros y a rasgar vestiduras por la terrible ofensa contra la Poni. Está firmada por el periodista Víctor Espíndola, y llevaba el siguiente balazo: “Con ese tono inocente con el que hablas, con esa voz tuya afectada por la edad, defiendes lo indefendible. Te han utilizado en un intento desesperado de detener la caída de López en esta guerra mediática entre presidenciables.”
El cuerpo de la nota dice lo siguiente:
“Premisa mayor: “López Obrador traicionó al movimiento LGBT”. Premisa menor: “Poniatowska, quien fuera galardonada con el premio al mérito gay 2000, apoya incondicionalmente al candidato presidencial”. Conclusión: “Elenita traiciona al movimiento lésbico gay” ¿Verdadero o falso?
Verdadero desde la misma lógica de razonamiento de López Obrador, pues él piensa que quien no está con él, está en su contra confabulando el complot nacional e internacional que pesa sobre su aspiración presidencial. Según este procedimiento deductivo, quien apoya al candidato perredista, automáticamente sostiene sus yerros y enarbola sus ideas políticas.
Para los criterios menos radicales y reduccionistas, a los que posiblemente les asiste la verdadera razón, no existe tal traición por parte de la escritora. Una decisión personal, una convicción política, una simpatía o militancia partidista, es respetable por descabellada que parezca. Ella sabe a quién le ofrece su voto, pero lo realmente incompresible es que una figura de la talla de Poniatowska se preste a ser un instrumento más del arsenal de los estrategas del tabasqueño.
Elena, tus méritos son otros, se te aplaude aquí y en muchas otras latitudes por tu literatura [nel, ni madres, yo no aplaudo nada de ella. ¿Qué no han leído sus porquerías?], por tu periodismo [¿Cuál?], por tu compromiso social [ya vimos cuál], empero esas no son armaduras suficientes para entrar al campo de la guerra política de la manera en que lo estás haciendo. En un spot de 19 segundos reproduces el mismo discurso demagogo de tu mecenas, por favor no desmerezcas tu propia persona y trayectoria [más bien, finalmente halló su verdadero nivel intelectual, que siempre fue ínfimo].
Tus amistades [o sea, la corrupción intelectual, léase compadrazgos, igual que en política] y abolengo te han abierto espacios en donde tu ideología [¿cuál? El oportunismo no es ideología] naturalmente no tendría cabida [ni tu escasísima inteligencia], pero ello no significa que tengas la autoridad [para mí jamás ha tenido autoridad alguna] suficiente para erigirte como la justiciera caza-chachalacas. ¿Vale la pena empeñar tu credibilidad [¿Cuál?] por un candidato mesiánico, intolerante y autoritario?
¿Por qué, Poniatowska? ¿Por qué te dejas utilizar [lo peor de todo es que lo hace de a grapa, la muy idiota. Ahí se ve cuán inteligente es] por aquellos de la Alianza Por el Bien de Todos que parecen cegados por las ansias del poder? ¿Te han prometido el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes [no necesitan prometerle nada, hace mucho que vendió su alma por un palto frío de lentejas, igual que muchísmos ojetes más]? Por favor no pretendas ser la Bermúdez del próximo sexenio. Lo peor es que la respuesta de los opositores de López Obrador no se ha hecho esperar y terminarás harto vapuleada sin deberla ni temerla [más bien, qué bueno que por fin alguien aprovecha una coyuntura para evidenciar su precariedad intelectual y moral. ¡Ya era hora!].
Se te extraña en el mundo de las letras [I don’t think so!], deja los mítines y las cámaras de los mercadólogos políticos. Regresa, Elenita, que parece que te hemos perdido [Nel, yo no perdí ni madres].”
Como pueden observar, incluso desde esta perspectiva, el supuesto brillo del supuesto prestigio de la Poni no le impide al reportero ser indulgente con ésta, por causas ideológicas. En lugar de adoptar una postura abiertamente crítica, al reportero o redactor se le hace de gelatina el corazón y suplica que aquella vuelva para iluminarlo. ¿Pueden creer semejante estupidez? En efecto, la fe, en lo que sea, puede cegar a tal extremo, que incluso teniendo las evidencias de la falsedad, se prefiere la mentira a la verdad.
En lo que tiene razón el redactor de la nota es que el abolengo de la Poni (proviene de la casa real de Polonia, los Poniatowski, como relata su madre en sus malacas memorias) le abrió muchas más puertas que su sensibilidad (nula), su inteligencia (más que cuestionable), su talento y creatividad (inexistentes). Pero así sucede con los ricos. Ya lo dijo desde hace más de 500 años el Quijote: Poderoso caballero es Don Dinero.
Por si faltara algo más en detrimento de la Poni, véase la siguiente nota aparecida en Etcétera, una ventana al mundo de los medios (http://www.etcetera.com.mx/pagarchivo1ne66.asp), en donde, nuevamente, el “prestigio” de la Poni y su supuesta autoridad intelectual pueden más que la objetividad científica; la cabeza del breve reporte dice: “El 20 de octubre de 1997 La Jornada censuró a Luis González de Alba”, y el cuerpo de la nota, muy breve, lo siguiente:
“El 20 de octubre de 1997 La Jornada censuró su columna "La ciencia en la calle". El motivo fue que en un artículo, Luis González de Alba solicitó a Elena Poniatowska corregir imprecisiones en las cuales incurrió en La noche de Tlatelolco. González de Alba comprobó que la escritora reprodujo varios párrafos de su libro Los días y los años pero los alteró en algunos aspectos. El texto fue publicado en la revista Nexos. Poniatowska renunció al Consejo Editorial de esa revista y el autor de "La ciencia en la calle" fue despedido de La Jornada.”
Esta tónica persecutoria contra Luis González de Alba en defensa de ese himen intelectual llamado Poniatowska es ya habitual en La Jornada. En Universidad de Monterrey (http://www.udem.edu.mx/agencia/historia/jornadanuevo/7parte/), aparece una nota intitulada “Persecución de las ideas y censura”, que reproduce la misma nota, pero incluye estos agregados:
“El 23 de abril de 1990 en La Jornada, Luis González de Alba se refiere al asesinato de dos vigilantes del diario perpetrado por un supuesto partido de los pobres. Algunos consideraron que eso era un ataque a la libertad de expresión. De inmediato, se desató una cacería de brujas contra el autor, a quien se le acusó de orquestar una agresión contra La Jornada. Entre otros, hubo señalamientos de Humberto Musacchio y Guadalupe Loaeza, quien dijo que González de Alba sólo buscaba llamar la atención.
En 1994, González de Alba criticó a los reporteros que llamaron "hombres verdaderos" a los indígenas, como si quienes no tuvieran ese origen estuvieran impedidos de serlo y como si por esa condición todos los indígenas fueran "hombres verdaderos". En esa ocasión, reporteros como Blanche Petrich, Javier Molina y Víctor Ballinas le dijeron de todo al escritor por tener una opinión distinta de la suya.”
Una nota más extensa se encuentra en Notisistema (http://www.notisistema.com/cgi-bin/csGuestbook/csGuestbook.cgi?database=Denuncia.db&command=view), en donde una persona de nombre Arturo González muestra el grado de ignorancia y desinformación de esta figura inteligentísima, “la más grande escritora que tiene el país en estos momentos”. Este señor González lo que hace es en realidad citar textualmente una nota de un Juan Pablo Roiz, un periodista que se tomó la molestia que no tuvo la Poni de informarse y corroborar si los datos del pejecandidato son ciertos o confiables. La nota es del mismo día que La Jornada hizo su llamado en defensa del himen. Transcribo completo su nota:
Las lágrimas mentirosas de Elenita (para ayudar a López).
Juan Pablo Roiz (Asuntos Capitales. Abril 10. 2006)
Dice Elenita que se calumnia a López cuando se afirma que durante su gestión, al frente del gobierno del Distrito Federal, aumentó el endeudamiento de ese gobierno.
Pero las cifras no mienten y el propio tesorero del gobierno capitalino, incondicional de López, admite que de 2000 a 2005 la deuda creció 51 por ciento en términos nominales y más de 21 por ciento en términos reales (descontada la inflación).
Y mientras la deuda del gobierno del Distrito Federal crecía, el empleo caía en el Distrito Federal y el Producto Interno Bruto del Distrito Federal se iba para abajo, al grado de que la entidad federativa con menor crecimiento –incluso crecimiento negativo del producto- en el periodo 2000-2004 es el Distrito Federal.
Por cierto esta caída en el PIB del Distrito Federal –cayó 1.72 por ciento de 2000 a 2004 mientras que el PIB nacional crecía en el mismo periodo 6.38 por ciento- explica por qué el tesorero del Distrito Federal se niega a evaluar el crecimiento de la deuda de esa entidad federativa como proporción del PIB local –que es como se debe evaluar la evolución de la deuda pública: contra la capacidad de la economía productiva de generar los recursos que le deben dar servicio a la deuda- ya que en dicha comparación el crecimiento de la deuda en el Distrito Federal es más escandaloso aún y más preocupante.
Elenita en lugar de prestarse a hacer el papel de viejecita de voz temblorosa encariñada con López (ciega, por amor, a los desmanes de su crío), debería explicar a la opinión pública por qué plagió material del libro “Los días y los años” de Luis González de Alba –quien fuera líder estudiantil de la facultad de Ciencias de la UNAM en 1968 y preso en Lecumberri por su participación en el movimiento estudiantil– para confeccionar su exitoso libro “La noche de Tlatelolco”. Cuando Luis reclamó este plagio en “La Jornada”, lo que hicieron los directivos de ese periódico fue cesar a Luis como editorialista, echarle tierra al asunto y salvar el prestigio inmerecido de Elenita como “aguerrida intelectual”. De esas cosas no se habla porque no conviene a la sacrosanta causa del retro-progresismo, hoy tan emocionado con López.
Algunos datos más que Elenita no dice en su lacrimoso comercial televisivo, pagado por la campaña de López:
1. La entidad de la república con mayor deuda pública por persona es el Distrito Federal: $5,166 pesos constantes por habitante en 2004 contra un promedio nacional de $1,335 pesos constantes por habitante en el mismo año y un promedio de sólo $611 pesos constantes por habitante también en 2004 en las 27 entidades del país menos endeudadas. Desde que el PRD “gobierna” el Distrito Federal, a partir de 1997, la deuda pública de la capital no ha hecho más que crecer: En 1997 cada habitante del Distrito Federal cargaba una deuda pública local de $2,883 pesos, en 2004 en pleno esplendor lopista esa deuda por persona ya era de $5,166 pesos.
2. Cuando llegó López al gobierno del Distrito Federal la deuda pública de esa entidad era de $28,718 millones de pesos, para 2006 se calcula que la deuda del gobierno del Distrito Federal alcanzará los $45,608 millones de pesos. Un endeudamiento neto de casi $17,000 millones de pesos sólo durante la gestión de López (el señor peroraba todas las madrugadas ante los medios de comunicación, haciendo gracias y lanzando pullas, mientras la deuda se incrementaba).
3. En el mismo lapso del reinado de López se perdieron más de 73,000 empleos en el Distrito Federal (asegurados permanentes en el IMSS) lo que arroja una caída de menos 3.62% en empleos formales, mientras que en el país en el mismo periodo hubo un avance de 0.48 por ciento. En números absolutos el Distrito Federal pasó de tener 2’024,395 empleos formales en el año 2000 a 1’951,189 empleos formales a fines de 2005, cuando López ya iba sin embozo tras la chamba de Presidente de la República.
4. El Distrito Federal tiene la tasa más alta de desempleo abierto de todo el país (5.6% de la Población Económicamente Activa contra un promedio nacional de 3.6 por ciento).
5. En salarios, el Distrito Federal es la segunda entidad de menor crecimiento en el país y la que registra los más altos índices de crecimiento en desigualdad social (¿primero los pobres?) durante el mismo período glorioso de López al frente del gobierno capitalino.
6. La calificadora Standard and Poors señaló lo siguiente en un reporte a inversionistas acerca de las “debilidades” de la deuda del gobierno del Distrito Federal: a) Tiene un alto nivel de deuda, b) Sigue dando, el gobierno del D.F., un continuo y creciente apoyo a organismos descentralizados del mismo gobierno que tienen operaciones deficitarias, c) Falta en el gobierno planeación a largo plazo respecto del manejo y la contratación de deuda, d) La ciudad registra “altos índices de delincuencia y de congestionamiento urbano que, junto con un programa de inversión inminente, podrían presionar las finanzas en el mediano plazo”.
7. En el mismo reporte, de 2003, la calificadora dice lo siguiente: “Los niveles de deuda del Distrito Federal son los más altos del país con una deuda total equivalente a 63.2% del total de sus ingresos de 2002”. Y eso, señala el mismo estudio, a pesar de que el Distrito Federal, en comparación con las demás entidades federativas, tiene las siguientes ventajas: a) Obtiene financiamiento fácilmente en los mercados porque quien responde por la deuda del DF es el gobierno federal, b) No tiene que afrontar gravosas erogaciones, como el resto de las entidades, para financiar la educación pública en la entidad (el gasto corre a cargo de la Federación), c) No tiene, a diferencia del resto de las entidades, que afrontar compromisos por pensiones de sus empleados públicos, ya que esos costos los asume el gobierno federal y d) Tiene “potestades tributarias más amplias que las de cualquier otro gobierno estatal o municipal” por lo que podría sufragar, mediante el cobro de impuestos, mucho de lo que hoy financia mediante deuda.
Nunca en toda su historia el Distrito Federal había registrado cifras tan malas en crecimiento del PIB, empleo, salarios y deuda gubernamental. Sin embargo, el candidato López –confiado en la complicidad de los medios de comunicación y de periodistas bien aceitados con dinero de los contribuyentes- ofrece crear empleos, mejorar los salarios, disminuir la desigualdad, aumentar la producción. Elenita tendrá que echar mano de toda su convenenciera ingenuidad y algo más para poder creerle a López.
Después de leer estos ejemplos es posible observar un patrón de comportamiento muy claro respecto a la honorabilidad y nobleza de esta mujer: una oportunista que usó su abolengo en sustitución del inexistente talento, que ha usado de su posición privilegiada hasta para censurar la objetividad científica, en aras de mantener su imagen pública; una mujer que sabe cómo traficar con las penurias sociales en beneficio propio, disfrazado de compromiso social; y finalmente, una mujer que no está informada, y que igual que los diputados izquierdistas del PRD que aprueban leyes que no leen, apoya asuntos sobre los que no sabe absolutamente nada. Luego de estos ejemplos, ¿cuántos ciegos admiradores de la Poniatowska seguirán con la venda en los ojos admirando a una mujer que es una oportunista, no está informada, defiende lo indefendible, y se mueve con la constancia de una veleta? Espero que no muchos.
2 comentarios:
A mi mas bien esa pobre señora me da pena.
La proxima vez que me enferme en lugar de ir al médico buscaré a la Poni, si es experta en economía y fiscalización, seguramente también debe serlo en medicina.
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