lunes, mayo 29, 2006

Seinfeld ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡totalmente gratis!!!!!!!!!!!!!!!

Mis queridos cero lectores, en varias ocasiones me he referido a las opciones de obtener grabaciones gratis, como cuando les recomendé que se bajaran las últimas nueve o doce sinfonías de Mozart, cortesía de la radio danesa.Ahora, producto de mi ociosidad, de mi absoluto fervor por la serie de comedia televisiva Seinfeld, la cual grabé en su totalidad en VHS y ahora he empezado a comprar en DVD, para mi total dicha, y de que hace unos días Liliana Blum comentaba amargamente que no tenía para comprar la serie porque estaba muy cara, le informo que ahora puede descargar las nueve temporadas, los 180 episodios, en calidad DVD, directamente de Internet, sin costo alguno. Así es, lo único que necesitan es un espacio en disco duro de 32.5 Giga Bites, y conexión de Internet de alta velocidad (preferentemente), para tener la oportunidad de tener esta maravillosa serie de personajes neuróticos, necios y obsesivos (¿quién de nosotros no es así?), cuyos diálogos me sé prácticamente de memoria. ¿Cómo tener acceso a este tesoro, y a otros muchos más? Tan sencillo como dirigirse a la página de The Pirate Bay, y descargar el torrent respectivo. Si no tienen el programa de descarga, el famosísimo Bit Torrent, allí mismo lo pueden bajar, e instalarlo en su máquina. Es tan eficaz este programa, que mientras escribo este post, ya llevo casi un 5 % de Alcina, una maravillosa ópera de Handel en tres discos, y a este ritmo ininterrumpido, en 5 horas y media tendré esta obra en mi computadora. La página donde Liliana puede hallar el torrent de Seinfeld, es http://thepiratebay.org/details.php?id=3446199

Si no tienen especio en disco duro, no importa, pueden bajar los torrents que quieran y después descomprimirlos. Por ejemplo, el torrent de las nueve temporadas de Seinfeld pesa apenas 178 Kb, de modo que pueden bajarlo, en tanto liberan espacio en disco duro, o en lo que compran un disco duro de más capacidad. Y si ya se van a hacer visitantes de estas páginas, más les vale tener suficiente espacio de disco duro, porque no van a creer lo que hallarán. Por otro lado, espero que no vaya a salir algún retrasado mental que comience a decir estupideces sobre la piratería y pendejadas por el estilo. Estas comunidades las hacen personas que desean compartir archivos de todo tipo, desde programas de software (hay programas que cuestan tanto como un automóvil último modelo, o una casa, y me gustaría que un imbécil defienda que por US $150'000.00 te entreguen un pinche CD con un libro) hasta videojuegos, e-books, música, películas y tantas otras cosas. Y una de las discusiones en la actualidad es justamente que estas comunidades no roban propiedad intelectual, sino que permiten la divulgación de una nueva forma de cultura electrónica, que consiste en ir en contra del mercantilismo, y un regreso al compartir lo que uno tiene con los demás. Por lo demás, aunque bajo mucha música en formato mp3, procuro siempre buscar el producto original. Y cuando bajo ciertas cosas, por ejemplo, la versión de William Christie y Les Arts Florissants de Die Zauberflöte de Mozart, es porque los imbéciles de Warner Music en México no traen el disco por lo menos desde hace una década o más, y como muchos, me veo en la imposibilidad de recurrir a comprar por Internet. Así que culpa no tengo ninguna, la más mínima. Culpa de los empresarios que apendejan a la gente con la Cacademia y Berreando por un sueño. No tengo la culpa de no tener gustos chundos. I'm very sorry! Ustedes, mis cero lectores, tampoco se sientan culpables. Mejor disfruten las ventajas de la tecnología.

Por tanto, sólo puedo decirles, mis cero lectores: Enjoy!!!!!!!! ¿Qué están esperando?

viernes, mayo 26, 2006

Creación y responsabilidad (segunda parte)

El poema es creación, Creación en su sentido más elevado. Pero no existe por sí mismo. El poema no se entrega como lo hace una escultura o un cuadro, de una sola vez y sin el consentimiento del espectador. Por el contrario, se nos aparece como algo que requiere de una comunión, una especie de concupiscencia. Igual que la música, el poema no es el papel en el que está impreso ni el sonido de las palabras. Es algo que se da, muchas veces, en silencio, en medio del mundo, sin su consentimiento. Al ser creación, el poema se parece a la Creación. No se trata de negar la existencia de Dios, pues la Creación no la hizo Dios para su sola gloria y deleite, sino para crear un vínculo, una relación que se basa en el reconocimiento: no de Él, sino de ésta. El reconocimiento de ésta supone un acto de responsabilidad, de participación. No necesariamente de agradecimiento hacia el Creador. Ésta no sería tal si no hubiese alguien que pudiera no sólo reconocerla sino interactuar con ella, no sólo admirarla sino responsabilizarse de ella. Por eso la discusión sobre la existencia o inexistencia de Dios es absurda y fuera de lugar. Lo mismo sucede con el poeta y la poesía. ¿Para qué acudir a él en vez de ella? La Creación está incompleta si no hay quien se relacione responsablemente con ella, sea la de Dios o la del poeta. Es en este sentido que en ciertos ámbitos se habla de sistema (Eliade-Couliano). La Creación como sistema. Es decir, no algo que está dado de una vez y para siempre, sino, como los fractales, en constante mutación. Es, para usar un término lingüístico, una obra abierta que contiene, aunque no las manifieste, todas sus variantes, respuestas e interpretaciones – pero no al unísono. Por eso la poesía no es un absoluto inmutable. Es, en este sentido, una obra incompleta si no se participa con ella, si no se le interpreta, si no se le da un sentido. Por eso la pregunta de si es posible escribir poesía después de Auschwitz sólo podía hacerla alguien cuya relación con la poesía es más bien periférica. El poeta, por supuesto, tiene otras preocupaciones; vive su Auschwitz de cada día a través de la palabra. Esta preocupación tiene que ver con esa concepción del poema como una obra que se da de una vez y para siempre, completa en sí misma. ¿No es una forma de respuesta a esa preocupación filosófica del mensaje los Statische Gedichte de Benn? ¿No lo es la poesía de Celan?

Entendida de esta manera, la poesía no es un mensaje en una botella, por más que se asemeje, sino más bien es una semilla sembrada en tierra de nadie, en una tierra que debe conquistarse cada vez para ser tierra de uno, de la que hay que apropiarse poco a poco, y que nos obliga a regresar como a esa noche primordial que los expresionistas anhelaban. La poesía es una obligación, un deber – o como diría Heidegger, un deber-Ser. No pretendo, por supuesto, sumarme al filósofo que habla al respecto desde la filosofía, sino reflexionar sobre la poesía desde los médanos que le corresponden. En algo tiene razón el filósofo (Gadamer, Heidegger, Blanchot): la poesía es la más alta manifestación del espíritu humano, pero no toda poesía, no todo lo que se presenta como poesía, es ejemplo de esa manifestación.

Hay un hecho que parece incontrovertible: al parecer la mejor poesía resulta incomprensible a primera vista. Así resulta luego de leer, por ejemplo, los análisis que han hecho en diversos momentos Derrida, Heidegger, Gadamer, Blanchot, y Friedrich, por citar sólo a algunos. Podría suponerse que por tratarse de filósofos abordan este tipo de poesía un poco para justificar sus propias teorías y perspectivas sobre la literatura, y que estas exposiciones en realidad tienen poco que ver con la poesía en general, por un lado, y con los poemas que estudian, por otro. Pero en realidad no es así. Ya lo he mencionado en otra ocasión, Nicola Gardini (Breve storia della poesia occidentale, 2002, pp. 174-180) nos recuerda que hay dos tipos teoréticos de oscuridad en la poesía: uno originario y otro derivado (p. 176): la oscuridad derivada es la de aquellos textos que en su origen resultaban claros pero con el tiempo dejaron de serlo (p. 176); la oscuridad originaria es aquella que requiere de una interpretación que no se agota con el examen gramatical (p. 177). A diferencia del primer tipo de oscuridad, ésta se basa en la voluntad de resultar incomprensible, aunque suene contradictorio. En realidad no es algo tan difícil de comprender. Paul Valéry explicaba la oscuridad de su propia poesía señalando que “el gran problema del escritor moderno es el de hacerse leer, es decir: impedirle al lector que adivine la frase, la página. Se llama oscuro al escrito que libera su sentido sólo a la lectura y no a la simple vista”. No en balde Gottfried Benn – mi más entrañable amistad literaria – hablaba de seres sensibles a la letra impresa, a la tinta, y que el poema debía leerse en silencio. La valoración de la oscuridad por parte de Valéry nos ofrece un rasgo positivo que no debemos pasar por alto: ella impide que la parte sensible de la palabra, es decir el significante, sea sustituida inmediatamente por la parte intelectual, el significado, como sucede con el lenguaje comunicativo. Esta oscuridad no significa que el poeta no transmita nada al lector. Por el contrario, comunica más de lo que uno podría pensar, pero el poeta no desea que el lector se distraiga con las emociones que una poesía tradicional podría ofrecer.

El mejor ejemplo de este tipo de equívocos nos lo ofrece un tipo de lectura de poesía que tiene muy poco que ver con la ésta y más con el arte dramático – en su sentido más pobre. Este ejercicio, todavía muy popular entre ciertos sectores ha también desviado la atención sobre, justamente, la comprensión del poema. Me refiero a la declamación. Podría decirse, sin temor a equivocarme ni a cometer exageración alguna, que el “arte declamatorio” se basa en el principio del rey Midas, pero al revés. La declamación, en efecto, apela a la emotividad, a la reacción inmediata y no meditada de un mensaje, cualquiera que éste sea. No es muy distinto del “arte oratorio”. Por culpa de la declamación, no pocos lectores suelen reprocharle a los poetas lo que ellos consideran es una falta de talento para leer su propia obra frente a los demás. Y en efecto, hay poetas que leen muy mal su poesía, pero más allá de eso, en realidad es que no pocas veces esa poesía no fue escrita para ser leída en voz alta, sino, como he dicho en otra ocasión, para cantar en silencio. ¿Por qué algo que fue escrito en silencio tiene que ser leído como un informe presidencial, como el resultado de un concurso de aulladores televisivos? E invariablemente, cuando alguien lee un poema, sin importar cómo ni que diga, la respuesta de la gente es: “Qué bonito”, aunque en realidad no sepan qué decía el poema ni explicar en qué consiste ese “bonito” del poema. Y hay una masiva idea de que el poema sólo es tal si es de amor, o si tiene rima. Y es un hecho que muchos textos rimados, y muchos que hablan de amor no son en absoluto poemas.

El hecho concreto es que mucha gente quiere sentir algo cuando alguien lee un poema, en lugar de entenderlo; como si, además, la comprensión no tuviera nada que ver con la sensación, como si entender fuera algo negativo en sí mismo. Por eso dije antes que el poema, más que comunicación, es expresión pura. Entendiendo esta expresión en el mismo sentido en que un salto es, por ejemplo, expresión pura en sí misma. Y es justamente el contexto en que se da el salto en que éste resulta comprensible, al tiempo que sensible. No es casual que recurra a un ejemplo tan aparentemente desvinculado. En realidad no lo es, en absoluto. El salto está relacionado, desde tiempo inmemorial, con una deidad venerable y venerada. Porque el salto es, en sí mismo, símbolo de eruptividad, de irruptividad, de aquello que surge de improviso y transforma el entorno, la realidad. El salto está relacionado con Dionisos.

¿Cómo podría entenderse un poema como el que cito a continuación?

Palabra y lejanía

Callado, separado y ordenado

sueño de interminables rosas

Apareció y sentido dio al vacío

– mutismo en donde empieza todo

No lágrimas ni pesadumbre

espacio puro entre silencio y alma

Quedó entre noche y lo-sin-ser-nombrado

abismo y pentagrama

palabra y lejanía

jueves, mayo 25, 2006

Creación y responsabilidad (primera parte)

Mis estimados cero lectores, trataré de retomar el aspecto reflexivo del blog, a fin de que sus visitas no se vean decepcionadas por falta de actualizaciones. Así pues, sin más, entremos en materia.

La creación es Creación. El poema – el poema como lo entienden, lo entendemos ciertos poetas – no es sino el fruto de un ejercicio con el lenguaje, con la transformación absoluta de lo vivido en una forma única de expresión. No de comunicación, sino de expresión. Aclaración pertinente, y necesaria. Quien espera hallar un mensaje en un poema, pierde su tiempo, o tiene una concepción totalmente distinta a la expuesta aquí, y por consiguiente debería dejar de leer a partir de este punto, pues estas reflexiones no están dirigidas a él. Sin embargo, podrían resultarle ilustrativas de ese tipo de poesía que parece encerrarse sobre sí misma, en donde la oscuridad se da a través de una aparente sencillez de expresión.

La poesía de nuestro tiempo – y no necesariamente la creación – se inserta en un contexto de parcelización o fragmentación de la realidad que muy pocos se atreverían hoy a negar. El desarrollo de la industria del entretenimiento en sus múltiples variantes: turismo, fiestas, viajes, conciertos, teatro, cine, televisión, han vuelto al lector, especialmente en países como el nuestro, un ser en extinción. Ya no se habla de lectores, sino de consumidores de productos culturales, tal vez para diferenciarlos de aquellos que consumen productos de otro tipo, supuestamente no culturales. En el medio editorial el mercado está perfectamente delimitado: literatura infantil, juvenil, literatura de y para mujeres, entre otras muchas, y a estas delimitaciones se dirigen productos y colecciones para esta clase de consumidores específicos. En tal sentido es que la industria editorial no se diferencia mucho de otras industrias, como la discográfica, donde lo que importa es exprimir a los consumidores sin el menor recato, amenazándolo incluso con el fantasma de la piratería y los productos espurios. Me consta que editores (más bien directores editoriales, que es otra cosa) de grandes empresas editoriales buscan proyectos editoriales de acuerdo a lo que llaman vacíos de mercado, los cuales deben llenar.

Es así como el fenómeno de El Código Da Vinci puede ser visto no como un éxito de librería inesperado, sino como el fruto de una serie de libros que habían aparecido previamente sobre temas de todo tipo: históricos, biográficos, esotéricos, etcétera, y que de alguna manera prepararon el terreno para que algún libro cosechara los frutos de las semillas que se habían sembrado previamente. Se podría llamar el efecto Stephen King. Como se le quiera llamar es lo de menos, el resultado es el que importa. Un producto mercadológico elaborado para ser consumido y debatido incluso por intelectuales, así sea para mostrar que las ridículas tesis sobre las que se halla sustentado el libro son falsas. Por ello el autor, por ejemplo, afirma, contra viento y marea, que lo que escribe es verdad. Si asumiera que es una ficción, el libro no habría tenido el éxito de ventas que ha tenido. Lo mismo vale, incluso, para el descubrimiento de National Geographic y su Evangelio de Judas. Hay que ver el tinglado publicitario que sustenta estos “trabajos”, para ver la seriedad con que están armados. Se trata, en resumidas cuentas, de recuperar una gran inversión monetaria, en el plazo de tiempo más breve posible. Es la mercadotecnia MTV en todo su esplendor. El video no sólo mató al artista de radio...

Todo es consumismo, una consumación – incluso en su sentido ígneo – de productos dirigidos no para el deleite, sino para el consumo rápido e inmediato, como ha afirmado E. Jünger. Comentaristas de programas supuestamente culturales (sí, me refiero a los retrasados mentales de La dichosa palabra) no ocultan su servilismo hacia la industria editorial al promover las novedades que atestan las mesas de las escasas librerías de la ciudad capital. No en balde Ricardo Garibay las llamó el mar de la ignominia. A diferencia de él, estos nuevos promotores no hablan de libros, de lecturas, sino de editoriales, de productos y colecciones que difícilmente leerían, pero de las cuales pueden dar un comentario en menos de un minuto. Es la banalización de la literatura. La trivialización de la literatura. Mejor sería hablar de la tribalización de la literatura, de su mejor expresión: la poesía.

Hay muchas preguntas alrededor de la poesía, pero es curioso que el lector no acuda a los poemas para responderlas. Casi siempre acude al menos confiable testimonio posible: el del poeta mismo, y muchas veces lo hace a través de interpósita persona, igualmente poco confiable: otro escritor, si bien le va, o un periodista, en el peor de los casos, lector tan malo como él mismo, pero que está rodeado de una especie de aura salvífica que le dota de una mal ganada autoridad para interrogar a quien sea, sobre aspectos que la mayoría de las veces son tan banales, que casi podría llamársele venales. El lector que requiere de un periodista o de un entrevistador para adentrarse en el sentido de un poema es como un náufrago en medio del océano: merece morir ahogado. Deposita su confianza en otro náufrago que le asegura podrá ayudarlo a hallar un camino que lo ilumine, cuando casi siempre está en una situación de indefensión intelectual tan precaria como aquél.

No es crueldad afirmar tal cosa. Si no entiende un poema, se suele afirmar, es probablemente porque los poetas se aíslan del mundo, y ya no tienen nada que decir. Es el mito del silencio de la poesía, del callar de los poetas. No, ya lo he dicho en otras ocasiones, no es el poeta el que calla, sino el hombre de nuestra época que ya no escucha, que vive para el mundo, que se consume con él y en él. Quien vive así merece arder como un bonzo. Se consumirá como una vela, sin dejar rastro, y la noche de los tiempos se le escapará como se le escapa el alma. La verdadera poesía no busca estos lectores de fin de semana, de quienes se deslumbran con el oropel de la cultura institucionalizada: becas, premios, reconocimientos. La verdadera poesía es subterránea, un veneno que acosa a la masa, a los que como veletas van y vienen según corra el viento.

Y no creo que, como alguna vez señalaba Liliana Blum, que se tenga el coco cerrado para la poesía, que se nazca insensible a ella. La poesía, valga un símil un poco cursi, es como el pétalo de una rosa. Delicado, pero fácilmente marchitable, rodeado de espinas, que hacen peligroso el acercamiento. Así es la verdadera poesía, como decía Nietzsche, un hueso duro de roer. Preferimos las rosas que se venden en mercados o en sitios ambulantes, donde se nos venden ya sin las temibles espinas, como un adorno con fecha de caducidad, a la cual no hacemos caso. Lo mismo ocurre con lo que rodea a la poesía. Todo tiene fecha de caducidad. Por eso, no pocos narradores (Volpi, Fuentes y muchos otros) pergeñan libros bajo la coartada de recatar la memoria histórica del pasado reciente, o trilogías de lo que sea, sin mensaje, sin propuesta, sin absolutamente nada que los respalde más que la mercadotecnia (Aprendices de brujo). No crean nada más que una cortina de humo que muy pronto se desvanece y dejan una sensación de vacío que debe ser llenado. La poesía, el poema, es algo muy distinto.

miércoles, mayo 24, 2006

Poemas de Getrud Kolmar

Mis queridos cero lectores, les dejo unos poemas que les había prometido desde hace tiempo, de una rara avis de la literatura alemana del pasado siglo, seguro de que hallarán en ella motivos para la reflexión y el asombro.

Nacida Chodziesner, cambió su apellido por el nombre del pequeño poblado polaco de donde provenían sus padres. Hija del célebre abogado berlinés Ludwig Chodziesner, tío de Walter Benjamin. Es poco lo que se sabe de su vida, mayormente por el epistolario de su hermana Hilde, publicado en Alemania en 1970. Su vida se caracterizó por una envidiable discreción, alejada del reconocimiento público y de los círculos literarios berlineses, los cuales aborrecía. Cultivó la poesía y la novela con fortuna. La tristemente célebre Kristallnacht de 1938 obligó a su padre a vender su negocio en Finkenkrut y a refugiarse en un apartamento en Charlottenburg. Obligada a dejar de trabajar hacia 1941, enfrenta la deportación de su padre a Theresientadt en septiembre de 1942, en donde moriría en febrero de 1943, momento en que ella misma sería arrestada y deportada a Auschwitz. Su más importante libro, Welten, apareció publicado de manera póstuma en 1947, aunque fue compuesto entre agosto y diciembre de 1943, cuando moriría en medio de la locura del exterminio nazi. En un poema de 1940 ella parece haber predicho el futuro que le aguardaba, en conmovedores versos de premonitorios tonos. Su poesía, de enorme tensión lírica, nos ofrece la visión de un mundo que sólo la poesía podía rescatar. Welten es, sin lugar a dudas, uno de los libros de poesía más prodigiosos del pasado siglo, de una poderosísima belleza, y un cuidado y una tensión líricas prácticamente sin paralelo. Es completamente desconocido en lengua castellana y sólo hasta hace unos años ha sido traducido. Estas son traducciones las hice antes que apareciera la versión española (editada por Ediciones El Acantilado) de esta hermosísima poesía en nuestra lengua, de una poeta destinada a ocupar un lugar preponderante en la poesía alemana.

Ich werde sterben

Ich werde sterben, wie die vielen sterben;

Durch dieses Leben wird die Harke gehn

Und meinen Namen in die Scholle kerben.

Ich werde leicht und still und ohne Erben

Mit müden Augen kahle Wolken sehn.

1939-1940

Yo moriré, como muchos mueren;

por esta vida, el rastrillo pasará

y mi nombre en la tierra talla.

Seré ligera y callada y sin herederos

con cansados ojos nubes yermas anhelo.

Opfergang

Ich wusste, dass auch ich geboren bin.

Es ist ein Buch, da steht mein Name drin.

Ich war mir selbst zu eigen zwanzig Jahr,

Trug schwer an mir; da fand ich den Altar

Und hab' auf seinen Stufen scheu mein Ich

Um eine Güte Gottes geschenkt: für dich.

Und legte meines Ichseins Glück dazu

Und wurde reich, da nichts mir blieb. Nur du.

Aus dem zyklus “In memoriam 1918”

El paseo de la víctima

Supe que también yo nazco.

En un libro mi nombre está.

Era mi dueña a los veinte años,

me llevaba pesadamente; allí encontré el altar

y en sus pasos tenía tímidamente mi yo

sobre una bondad de Dios dada: para ti.

Y puso mi dicha de ser-Yo

y fue suficiente, pues nada me quedó. Sólo tú.

Aus dem Dunkel

Aus dem Dunkel komme ich, eine Frau.

Ich trage ein Kind und weiß nicht mehr, wessen;

Einmal hab ichs gewußt.

Aber nun ist kein Mann mehr für mich...

alle sind hinter mir eingesunken wie Rinnsaal,

das die Erde trank.

Ich gehe weiter und weiter.

Denn ich will vor Tag ins Gebirge, und die Gestirne schwinden schon.

Aus dem Dunkel komme ich.

Durch finstere Gassen schritt ich einsam,

da jäh vorstürzendes Licht mit Krallen die sanfte Schwärze zerriß,

der Pardel die Hirschkuh,

und weit aufgestoßene Tür häßliches Kreischen, wüstes Gejohle, tierisches Brüllen spie.

Trunkene wälzten sich...

Ich schüttelte das am Wege von Saum meines Kleides.

Und ich wanderte über den verödeten Markt.

Blätter schwammen in Lachen, die den Mond spiegelten.

Magere, glierige Hunde berochen Abfälle auf den Steinen.

Früchte faulten zertreten,

und ein Greis in Lumpen quälte noch immer sein armes Saitenspiel

und sang mit dünner, mißtönig klagender Stimme

ungehöhrt.

Und diese Früchte waren einst in Sonne und Tau gereift,

träumerend noch von Duft und Glück der liebenden Blüte,

doch der wimmernde Bettler

vergaß das längst und kannte nichts anderes mehr als Hunger und Durst.

Vor dem Schlosse des Mächtigen stand ich still,

und da ich die unterste Stufe trat,

zerbarst der fleischrote Porphyr knackend an meiner Sohle. –

Ich wendete mich

und schaute empor zu dem kahlen Fenster, der späten Kerze des Denkenden,

der sann und sann und nie seiner Frage Erlösung fand,

und zu dem verhüllten Lämpchen des Kranken, der doch nicht lernte,

wie er sterben sollte.

Unter dem Brückenbogen

zankten zwei scheußliche Gerippe sich um Gold.

Ich hob meine Armut als grauen Schild vor mein Antlitz

und zog ungefährdet vorbei.

Im Fernen ich den steinigen, widerstrebenden Pfad hinan.

Felsgeröll, Stachelsträucher verwunden die blinden, tastenden Hände:

eine Höhle wartet,

die im tiefsten Geklüft den erzgrünen Raben herbergt, der keinen Namen hat.

Da werde ich eingehn,

unter dem Schutz der großen schettenden Schwinge mich niederkauern und ruhn.

Verdämmernd dem stummen wachsenden Wort meines Kindes lauschen

und schlafen, die Stirn gen Osten geneigt,

bis Sonnenaufgang.

Desde la oscuridad

Desde la oscuridad provengo, una mujer.

Traigo un niño y no es más lo que sé;

una vez supe de yos.

Pero ahora no hay más hombre para mí…

todo se hunde ante mí como el arroyuelo

que la tierra bebió.

Avanzo y voy más allá

pues quiero anticipar el día en los montes, y las estrellas declinan ya.

Desde la oscuridad provengo.

Por oscuros callejones anduve solitaria

donde la luz precipitándose rasgó la apacible oscuridad,

el leopardo la cierva,

y una monstruosa puerta abierta de par en par chirría,

desolado griterío, el bestial rugido.

Se revuelcan en la ebriedad…

En el camino meneé el dobladillo de mi vestido.

Y me dirigí hacia el desolado mercado.

Hojas flotaban en la risa reflejadas por la luna.

Ávidos perros magros husmeaban la basura en las peñas.

Frutas podridas pisadas,

y un viejo en andrajos martiriza su pobre arpa

y canta con débil y desentonada voz

inaudible.

Y esas frutas una vez por sol y rocío maduradas,

ensimismadas aún de aroma y dicha de la flor de amor,

pero el mendigo lloriqueando

había olvidado esto hacía mucho y no sabía más que de hambre y sed.

Ante el castillo del poderoso me detengo,

y como la última sirviente fui,

estalló el porfirio rojo carne crujiendo a mis pies. —

Me volteé

y vi en la ventana helada la postrer vela del pensamiento,

pensar y pensar y nunca hallar su liberación de la pregunta

y a la cubierta lámpara del enfermo que no aprendió

cómo debe morirse.

Bajo el arco del puente

peleaban dos espantosos esqueletos por oro.

Alcé mi pobreza como gris escudo ante mi rostro

y pasé sin peligro.

En la distancia me lapidan, renuente, sendero arriba.

Empedrado, los espinosos arbustos hirieron las ciegas y sensibles manos:

una cueva vigila,

la hondonada alberga al cuervo enverdecido que nombre no tiene.

Ahí entraré,

bajo la protección de su gran y sombreado vaivén me acurrucaré y reposaré.

Condenada la enmudecida gran palabra mi hijo escucha

y duerme, la frente hacia Levante tendida,

hasta la salida del sol.

martes, mayo 16, 2006

El plagio de Handel a Handel, según Ernesto de la Peña

Mis estimados cero lectores, el pasado 6 de mayo, la estación Opus 94 transmitió el concierto de clausura de la temporada de ópera del Metropolitan Opera House, desde Nueva York, con la magnífica ópera de Handel, Rodelinda. Los comentarios estuvieron a cargo de Ernesto de la Peña. Usualmente, De la Peña es alguien confiable, cuyos comentarios pueden ayudar al escucha, o al lector. Sin embargo, en su comentario de esta obra cometió un error imperdonable y, en mi opinión, garrafal.

En uno de los actos, comentó que Handel ocasionalmente “se plagiaba a sí mismo”. Al abundar en ello, De la Peña señaló que por plagio se debe entender “el deseo de parecerse a otro autor”. Naturalmente, esto me sobresaltó, pues el sentido de la palabra de ninguna manera es éste, pues si como señaló De la Peña el plagio es “querer parecerse a alguien”, ¿eso significa que Handel quería parecerse a Handel? No tiene sentido. Más aún si tomamos en consideración el sentido real de la palabra, que de acuerdo a la XXII edición del Diccionario de la Lengua de la RAE “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Pero si Handel toma una obra propia no puede estarse plagiando a nadie, menos a sí mismo. No hay que perder de vista el contexto legal que rodea a la palabra, que además, hoy día implica el “robo de propiedad intelectual”, que por supuesto, en este caso, no existe. Ya me he referido en otra oportunidad, cuando hablé de los dee-jays, al uso de esta técnica musical, usual desde el barroco, en donde Bach fue un maestro consumado. Esta técnica se llama pastiche, y tiene que ver muy poco con lo que esta palabra significa en el español de nuestros días, a saber “Imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente”.

¿Qué es el pastiche, en términos histórico-musicales? Para conocimiento de mis cero lectores, y de Ernesto de la Peña, es un procedimiento compositivo que consiste en la reutilización de una obra previa, concebida para un contexto específico, en otro. Bach usó extensivamente este procedimiento en muchas de sus cantatas, para las cuales tomaba pasajes de obras previas, o incluso de otras cantatas, para usarlos en nuevas composiciones. La máxima creación de Bach es, sin duda, la Misa en si menor, monumental y magistral construcción musical de pasajes reelaborados y nueva escritura. No hay que confundir el pastiche con la transcripción, que puede ser una reducción (las sinfonías de Beethoven para piano de Lizst) o una orquestación (los cuadros para una exposición en orquestación de Ravel). A esto me referí cuando hablé a la estación para aclarar el comentario del maestro Ernesto de la Peña, que con toda su cultura, desconoce este procedimiento. Handel usa pasajes de sus conciertos para órgano en alguno de sus oratorios, pero también usa pasajes de otras obras suyas en sus óperas, lo cual no significa que esté robándose nada, ni quiera parecerse a Handel. No, está dándole un contexto nuevo a algo que ya había escrito. ¿Por qué Handel habría de querer parecerse a Handel? Handel es Handel.

Como ven, mis queridos cero lectores, el plagio es un concepto moderno, en un contexto digamos legal, que implica algo deshonesto. ¿Dónde está la deshonestidad al tomar algo que el autor mismo compuso previamente y ahora va a usar en otro contexto? Hay que asomarse a la historia musical. Incluso el uso de melodías populares no implica plagio. Las Folías y Greensleaves, probablemente las melodías más populares desde el barroco, por no hablar de La Chanson del’homme armé medieval, usadas a placer por prácticamente todos los compositores desde entonces, constituyen ejemplos de reutilización de obras célebres y celebradas con fines distintos, no de plagios ni robos ni deseos de parecerse a nadie.

Así pues, mis cero lectores, maestro Ernesto de la Peña, no hay el más mínimo asomo de plagio en estos procedimientos compositivos usados por Bach, Handel, Mozart, y otros muchos.

martes, mayo 02, 2006

Poemas de Else Lasker-Schüler

En atención al comentario de Gerardo de Jesús, y de Liliana, mis queridos cero lectores, les ofrezco algunos poemas de Else Lasker-Schüler, una poeta prácticamente desconocida entre nosotros, habida cuenta de la dificultad para hallar traducciones medianamente aceptables, legibles, que respeten la expresión poética y la sutileza expresiva. Repito la entrada previa porque no sé qué pasó, pero había un problema que algunos de ustedes tal vez vieron, pero si no, pues qué bueno. Incluyo la versión en alemán de los poemas, que traduje para un curso sobre el expresionismo, del cual también surgió un libro de título Aproximaciones al expresionismo, inédito hasta la fecha. Algunos de estos poemas aparecieron en la revista Biblioteca de México, que dirige Eduardo Lizalde. Espero sean de su agrado. Respecto de mi comentario sobre el uso del término judío y su connotación despectiva, prefiero usar el término hebreo, a la usanza italiana, donde el término judío no existe, y se suele hablar del pueblo hebreo, de la literatura, la música y la cultura hebrea. Aunque la observación de Gerardo es correcta, el conocer otras lenguas nos permite manejar mejor la nuestra, que al final de cuentas es lo que importa. Respecto a la actitud de Elena Poniatowska y la enorme hipocresía de la comunidad intelectual, nacional e internacional, ya hablaré de ello en otro post.

Precursora del expresionismo alemán, Else Lasker-Schüler concibió la poesía como el territorio perfecto para el uso de sus extraordinarias facultades imaginativas. En su obra se conjugan el uso de una febril fantasía y una amplia perspectiva personal con la mitología y tradiciones del pueblo hebreo, en una mixtura no siempre exitosa. En su obra se hallan lo mismo poemas a veces irregulares, a veces insostenibles, con verdaderas joyas y pequeñas obras maestras. Desde un orbe fantasioso e imposible, se erige una poesía de lo maravilloso y lo imposible, de lo cotidiano transustanciado en experiencia mística, inefable, que refleja la extraordinaria sensibilidad de su creadora.

Vollmond

Leise schwimmt der Mond durch mein Blut...

Schlummernde Töne sind die Augen des Tages

Wandelhin - taumelher –

Ich kann deine Lippen nicht finden...

wo bist du, ferne Stadt

mit den segnenden Düften?

immer senken sich meine Lider

Über die Welt - alles schläft.

Luna llena

Leve desciende la luna por mi sangre...

sonidos del sueño son los ojos del día

transformación – vértigo –

Tus labios no puedo hallar…

¿dónde estás, lejana ciudad,

con bendecidores aromas?

Siempre se me hunden los párpados

Sobre el mundo – todo duerme.

Meine Schamröte

Du! Sende nir nicht länger den Luft,

den brennenden Balsam

deiner süssen Gärten zur Nacht!

Auf meinen Wangen blutet die Scham

und um mich zittert die Sommerluft.

Du … wehe Kühle auf meine Wangen

aus duftlosen, wunschlosen

gräsern zur Nacht.

Nur nicht länger den Hauch Deiner sehnenden Rosen,

er quält meine Scham.

Mi vergüenza

¡Tú! ¡Ya no me envíes el aroma

del ardiente bálsamo

de tus dulces jardines nocturnos!

En mis mejillas sangra el pudor

y en torno a mí vibra el aire estival.

Tú… refresca mis mejillas

con inaromáticas, inapetentes

hierbas nocturnas.

Pero ya no más el hálito de tus anhelantes rosas,

pues atormenta mi rubor.

Höre

Ich raube in den Nächten

die Rosen deines Mundes,

daß keine Weibin Trinken findet.

Die dich umarmt,

stiehlt mir von meinen Schauern,

die ich um deine Glieder malte.

Ich bin dein Wegrand.

Die dich streift,

stürzt ab.

Fühlst du mein Lebtum

überall

wie ferner Saum?

Escucha

Robo en las noches

las rosas de tu boca,

para que ninguna mujer se sacie.

La que te abraza

me roba con mi temblor

lo que en torno a tus miembros pinta.

Soy tu frontera.

Quien te roce

se despeñaría.

¿Sientes mi existencia

por doquier

como linde distante?

O ich möcht aus der Welt

Dann weinst du um mich.

Blutbuchen schüren

meine Träume kriegerisch.

Durch finster Gestrüpp

muß ich

und Gräben und Wasser.

Immer schlägt wilde Welle

an mein Herz;

innerer Feind.

O ich möchte aus der Welt!

Aber auch fern von ihr

irr ich, ein Flackerlicht

um Gottes Grab.

Oh, quiero salir del mundo

Entonces llorarás por mí.

Hayas sangrantes avivan

mis sueños guerreros.

Por lóbregas malezas

debo ir,

por zanjas y aguas.

Siempre rompe impetuosa ola

en mi corazón;

enemigo interior.

¡Oh, quiero salir del mundo!

Pero incluso desde lejos

enloqueceré, titilante luz,

junto a la tumba de Dios.

Ein alter Tibetteppich

Deine Seele, die die meine liebet,

ist verwirkt mit ihr im Teppichtibet.

Strahl in Strahl, verliebte Farben,

Sterne, die sich himmellang umwarben.

Unsere Füße ruhen auf der Kostbarkeit,

Maschentausendabertausendweit.

Süßer Lamasohn auf Moschuspflanzenthron,

wie lange küßt dein Mund den meinen wohl

und Wang die Wange buntgeknüpfte Zeiten schon?

Un viejo tapete tibetano

Tu alma, que a la mía ama,

se entreteje con ella en un Tibet-tapete.

Rayo en rayo, colores enamorados,

estrellas recorriendo el ancho cielo.

Nuestros pies reposan en el tesoro

de la total amplitud.

Oh, dulce hijo del Gran Lama en el trono de almizcle,

¿por cuánto tiempo besa tu boca a la mía

y mejilla a mejilla multicolor tejido de horas?

Jakob

Jakob war der Büffel seiner Herde.

Wenn er stampfte mit den Hufen,

sprühte unter ihm die Erde.

Brüllend ließ er die gescheckten Brüder.

Rannte in den Urwald an die Flüsse,

stillte dort das Blut der Affenbisse.

Durch die müden Schmerzen in den Knöcheln

sank er vor dem Himmel fiebernd nieder,

und sein Ochsgesicht erschuf das Lächeln.

Jakob

Jacob era el búfalo de su manada.

Cuando pisoteaba con las pezuñas,

chispeaba bajo él la tierra.

Mugiendo dejó a sus hermanos machacados.

Del bosque primordial hacia los ríos corrió

ahí calmó la sangre del mordisco de simios.

Por los cansados dolores de los tobillos

cayó ante los cielos afiebrado

y su rostro de buey creó la sonrisa.

Weltende

Es ist ein Weinen in der Welt,

als ob der liebe Gott gestorben wär,

und der bleierne Schatten, der niederfällt,

lastet grabesschwer.

Komm, wir wollen uns näher verbergen...

das Leben liegt in aller Herzen

wie in Särgen.

Du! wir wollen uns tief küssen –

Es pocht eine Sehnsucht an die Welt,

an der wir sterben müssen.

Fin de mundo

Hay un llanto en el mundo

como si el amado Dios hubiese muerto

y la plomiza sombra que cae

pesa como una tumba.

Venid, escondámonos más cerca…

La vida está en todas las almas

como en ataúdes.

¡Oh!, vamos a besarnos profundamente –

toca un ansia ante el mundo

por la cual debemos morir.

In deinen Augen

Blau wird es in deinen Augen –

Aber warum zittert all mein Herz

vor deinen Himmeln.

Nebel liegt auf meiner Wange

Und mein Herz beugt sich zum Untergange.

En tus ojos

El azul te nace en los ojos –

pero porqué tiembla mi corazón

ante tus cielos.

Niebla en mis mejillas

y mi corazón se pliega ante la extinción.

Acerca de la Ley de precio único del libro en México

Hace unos días, mis queridos cero lectores, el Senado de la República aprobó la Ley para el Fomento de la Lectura y el Libro, que ya existía desde el año 2000, pero que ahora lleva el título agregado de Ley del precio único. Como ustedes se pueden imaginar, esta es una de las cosas que más me valen madre porque no tienen que ver con el arte, sino con el orbe de la cultura. Contrario a mi naturaleza, y porque mi hermano que vive en Canadá me preguntó al respecto, decidí investigar un poco, sólo un poco, y lo que voy a ofrecerles ahora es la prueba de que hasta los escritores y los llamados intelectuales son unos imbéciles, y eso les demostrará porqué he dicho, respecto del affaire Poniatowska, que el prestigio obnubila a tal grado que nos impide pensar, y en lugar de ello nos arrodillamos como idiotas. Por eso los desprecio a todos.

Los hechos
El año pasado Gabriel Zaid, en Letras Libres (http://www.letraslibres.com/index.php?num=80&sec=3&art=10633), publicó un ensayo o artículo en apoyo de este proyecto de ley, que no voy a siquiera citar porque es verdaderamente lamentable. En los días que se debatía el nuevo proyecto de ley, la prensa diaria publicó diversas opiniones en torno a los beneficios que traería ésta. Yo por mi parte, recuerdo que hace cinco o más años (tal vez ocho) Alfredo Herrera, editor de Verdehalago, ya me hablaba de esta Ley que existe en otros países: Alemania, España, Francia, y de la necesidad de seguir ese ejemplo en beneficio de los lectores. Los argumentos estaban también basados en la política comercial que Gandhi estableció para poder ofrecer supuestamente ofertas de libros a precios bajos. Esta argumentación la hallarán más detallada en el artículo de Zaid antes mencionado.

Las opiniones a favor de una ley que fomente el libro y la lectura no debería entrañar oposición de nadie. Y en apariencia así es. Pero si se piensa en lo que han expresado intelectuales y escritores, el resultado no puede ser más desalentador. Más aún si pensamos que esta ley está pensada para una realidad que no es la nuestra. El 2 de abril La Crónica de hoy, un diario de la ciudad capital, entrevistó a Agustín Pániker, director de la editorial española Kairós, quien expuso al periódico los beneficios de la ley del precio único en España. Según Paniker, los beneficiados son las pequeñas editoriales, y es de comprender porqué en México los principales impulsores de esta ley fueron editores como Alfredo Herrera (al que muchos otros editores desprecian, y yo no sé por qué). Y uno estaría dispuesto a pensar que una ley de este tipo realmente es benéfica. El 4 de abril La Jornada reprodujo algunos testimonios que inducen a creer que la aprobación de la ley sería la panacea para la cultura libresca y la lectura en nuestro país.

Uno de los testimonios que se reproducen es el de José Ángel Quintanilla, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), quien dijo que esta ley “busca promover la lectura, y es la única herramienta que nos va a hacer crecer. Mientras no sepamos entender las posibilidades que brinda la lectura seguiremos siendo un país de intolerantes.” Otros testimonios son los de David Huerta, Enzia Verduchi y José María Espinasa, quienes apoyan abiertamente la medida. Sin embargo, el editor Miguel Ángel Porrúa mostró estar más enterado del asunto cuando señaló que no es una medida que beneficie a los lectores ni a la industria, ''por un principio básico de economía: cualquier precio que se dictamine como único siempre tiene que ser a la alza, nunca a la baja. En el caso de los libros va a ser a la alza, pues el consumidor pagará para que un libro esté en cualquiera de las dos fronteras, porque en México los costos de los envíos por correo, por mensajería, son altísimos: enviar un paquete de 25 kilos cuesta 524 pesos y enviar un libro cuesta 78 pesos".

David Huerta señaló que la ley significa un avance para corregir algunas actitudes y decisiones de este gobierno, como el amago de gravar los libros en algún momento de 2000. “Ojalá la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y los encargados de la macroeconomía tomen nota de estos avances políticos en el orden cultural. El precio único es un asunto importantísimo de orden comercial con efectos culturales, que disminuirá algún desorden del mercado librero y pone mayores orientaciones en el consumo de estos objetos tan valiosos para la conservación y difusión del conocimiento.” Respecto de la creación de un Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura, Huerta dijo que esperaba que éste realmente se dedique a la tarea que se le ha encomendado de fomentar la lectura con programas razonables, sensatos, verdaderamente nacionales y también en los planos regional y local.

De acuerdo con esta exposición, una ley que apoye el fomento a la lectura y al libro es un proyecto digno de merecer el apoyo de todos los que escriben, desde el momento que permitiría la multiplicación de los lectores como en vino bíblico. Hasta aquí seguramente muchos de mis cero lectores estarán de acuerdo. Pasemos a las objeciones.

La realidad
La ley del precio único del libro en México me parece bastante torpe, pues se hizo para evitar el supuesto monopolio de Gandhi, que siempre ha ofrecido precios especiales a los consumidores. Este tipo de leyes funcionan de forma muy distinta en países donde no sólo hay lectores, sino buena distribución de libros y una industria editorial sana, no como en México. No sé cómo un caso único, el de las librerías Gandhi, podría ser sustento para editoriales que de todas maneras tienen una pésima distribución. Y hablar de los lectores, pues es hablar de una utopía. No sé cómo un precio único podría fomentar la lectura, ni cómo se multiplicarían los lectores. Tampoco sé quién ni en base a qué criterios se establecería ese precio único (al parecer sería el editor o distribuidor quien se encargaría de ello, pero no hay al parecer nada que supervise que ese precio sea el justo, etc.).

Pero resulta que hay un pequeño problema con recurrir a los ejemplos de leyes similares de países europeos.

Primero: es clarísimo que los libros mexicanos, editados en México, sólo se venden en México, y muy rara vez pueden salir del mercado nacional. Ejemplos hay muchos de libros y títulos que se pueden editar en México, pero no pueden distribuirse a España porque alguna editorial española tiene los derechos para España y Latinoamérica. Un ejemplo, de entre muchos, es El hecho religioso, bajo la dirección de Jean Delumeau, editado en España por Alianza editorial, pero cuya edición llegaba a México hasta que Siglo XXI editores lo editó para México, y la edición española desapareció del mercado. Es el caso también de Paradiso, de José Lezama Lima, que en México edita Ediciones Era y en España Alianza, pero ninguna de las dos edicions se halla, al unísono, en el mercado español y mexicano.

Segundo: ninguno de estos países: Alemania, Francia, España, ve inundada sus librerías con ediciones en su misma lengua proveniente de ultramar, como ocurre en México. Es un hecho que los alemanes si consumen libros foráneos es en otras lenguas: francés principalmente, inglés, italiano, y muy lejos, en español. Lo mismo ocurre con Francia. No hay invasión de editores quebequenses o haitianos (digo, imaginemos que hay editores y lectores que no son zombies o algo así en Haití) que desplacen a los libros hechos en Francia. Y España tiene una política de compra de derechos de autor que impide cualquier intento por divulgar obras contratadas desde acá para el mercado hispano. En cambio, en México las librerías están atestadas de libros españoles a precios exorbitantes, que seguramente no van a bajar por esta ley.

Tercero: aún habiendo un precio único, no sé cómo eso beneficiaría a un posible e hipotético lector en provincia, llámese Cancún o Tijuana. Primero ese hipotético lector tendría que saber que existe el libro que busca, y tendría que haber más librerías que no fueran los Sangrons, que sólo venden sucedáneos de lectura: libros comerciales. Supongamos que una editorial pequeña me publica un libro a mí (sea mío o alguna traducción), ¿cómo podría enterarse alguien en Cancún o en Tijuana que existe ese libro si no existe la posibilidad de que se distribuya por allá? A menos que yo me tome la molestia de avisar por algún medio, como éste, que la UNAM publicó una antología poética de Gottfried Benn el año pasado, y que pienso prepara una sobre Lasker-Schüler, en atención a Liliana, nadie sabría que existe la antología de Benn o que estoy trabajando en la de Lasker-Schüler.

Cuarto: uno de los arjumentos de esta ley es que beneficiaría a los pequeños editores. Mmmmm. Permítanme dudar de semejante observación. Los tirajes de todas, absolutamente todas las editoriales pequeñas, independientes, es de mil libros. Sólo hay que hacer cuentas para percatarse de que esta ley es un despropósito. Veamos: mil ejemplares entre 32 estados, suponiendo la posibilidad de una distribución equilibrada por estado, toca de a 31 ejemplares por estado. Hay que ser imbécil para suponer que eso va a fomentar los lectores. ¿Aspiramos a 27 lectores por estado de cada libro publicado? Digo, sin mencionar si ese hipotético libro pudiese interesarle a 27 lectores por estado (y conste que no hablo siquiera del precio, que se supone es el meollo de la mentada ley). Y si a esa cantidad por estado la dividimos entre las ciudades importantes de cada estado, pues el resultado es verdaderamente risible. Y digo, son cuentas en abstracto y en un mundo ideal. Les dejo a ustedes la tarea de hacer los cálculos, digamos por densidad poblacional, que es de 52.3 habitantes por kilómetro cuadrado. Y respecto a la población general, el último censo (2005) indica que en México había 103'100,000 habitantes. Eso quiere decir que tocaría como a media página por habitante, o sea: la .0000969 parte de libro por persona. Estamos hablando que el porcentaje de hipotéticos lectores para mil ejemplares en México es de 9,69 milmillonésimas. ¿De verdad alguien piensa que con una pinche ley malaca como ésta van a multiplicarse los lectores y saldremos del hoyo? Les dejo de tarea que saquen las cuentas incluso con libros como la serie de Harry Potter, El Código Da Vinci y demás basuras, para que se les levante el ánimo.

Es por eso que la ley del precio único me parece un engendro legal, un Frankenstein que a la postre va a traer más problemas que soluciones, porque supone la solución de algo que es en el mejor de los casos, el último eslabón de una cadena, pero esa cadena no existe, porque faltan los eslabones primeros, es decir los lectores. Y el problema que ataca, las ofertas de Gandhi, no es en realidad un problema, sino un caso excepcional.

¿Alguien quiere defender la ley? ¿Hablar de fomento a la lectura? Para que haya verdadero fomento a la lectura debería haber una meta, y si los tirajes de libros ni siquiera llegan a la millonésima parte de la población, y la ley no contempla llegar a ese minúsculo porcentaje de posibles lectores, que es mil veces mayor que el que hay ahora, no veo cómo podría fomentar la lectura ni nada que festejar por su aprobación. ¿Le sigo o me detengo?