lunes, enero 29, 2007

Eurípides en su último día: Un poema

Mis estimados cero lectores, me disculpo por el retraso en las actualizaciones de este espacio. Procuraré no abandonarlo tanto tiempo a fin de que su visita no se vea frustrada. Y para empezar, ¿qué tal un poema? Si alguien se siente con deseos de comentar este difícil poema (lo fue desde el momento de escribirlo, así que debe serlo también para la lectura), sus observaciones serán bienvenidas.


Eurípides en su último día

estrofa 1
Entre el fragor de lo que afuera vive
y el álgido dominio de lo ausente
repose alguna vez, tal vez, la voz
que no cesó de alzar la torturada
hondura que la vid cambió en mujer
– ignorado destello de la tierra –
que acaso alguno escuche, ahora, solo;

antistrofa 1
no más invocaciones vanas, hueras,
a seres despiadados, vanos, huecos,
que el alto cielo y la lejana estrella
son sólo un triste andar de aqueos pasos
que arrojan a la tierra gran dolor:
no hay más allá o acá que estos papeles,
tenues rollos de un vagar que el proscenio
anuncia y cobran vida en la persona,
en otro rostro humano y ante el templo

épodo 1
– refutación de todo lo divino

Pero si el hombre inmóvil en su asiento
de bronce sólo es polvo de una ciega
fe, no lo es ya más porque al obrar Cree
en verso y en palabra otro fervor
que no es divino más que por su ardor
secreto, por sólo ser otro hálito
que a sí mismo se deba la existencia
y la perennitud que a Cronos venza.

estrofa 2
Y aquí, en el reposo y aislamiento
tan caro para espíritus huraños,
o dados a penosa reflexión
de lo que el hombre hace por mezquina
ambición de poder, o de dominio,
o simple vanidad, que igual corroe
la mente ennoblecida por lecturas
y no por el trabajo de la arcilla
por la mano en la tierra, alejado,


antistrofa 2
el hombre, en su esfera de cristal,
semejante a una estrella que se apaga
a fuerza de admirar su puro ardor
o arder entre el vacío de la noche
y su eternidad de ciegas caléndulas,
que de grandeza sueños los que sueñan,
con un poder que puede nada ser,
o hacer como una hiedra o una flama
a punto del vacío que será,
escucho aún la voz que a Fedra di,
y todavía pienso cuán la vida
de los mortales pútrida es.

épodo 2
Y me parece, no por natura del juicio
más mal actúan, pues el pensar bien propio es
a muchos, pero así estimarse debe:
conocemos las cosas buenas y las sabemos,
mas no las efectuamos, los unos, por pereza
y a lo bello, los otros algún otro placer
prefiriendo. Y placeres muchos en la vida hay,
los magnos discretos, y grato mal, el ocio
y el pudor. De dos clases son: uno, no malo;
y otro, plaga a las casas; si su hora llegara,
no estarían las dos las mismas letras teniendo.

estrofa 3
Y así diciendo es que los hombres callan
y ocultando en los dioses toda inquina
y ambición, hay aún quien lo que niega
es la desdicha y el valor de ser
el reconocimiento merecido
y al Hades lo condenan, y lo harán
incluso como burla, o lo harían
si uno ya no está para salvarse
o dar voz a esa voz que ausente está en la luz.

antistrofa 3
En tardes grises como ésta
el sol se pone y en el mar se hunde
que desde esta ventana se divisa.
Ha tiempo que uno hace lo que calla,
y a veces al libar la copa a Cipris
ofrendada, se olvida todo y nada
queda más que el olvido. Pero Dionisos,
al sol aparejado, se hunde y laza
como sangre que a borbotones danza.

épodo 3
Y si lo mortal es cosa mortal
que al Hades su tributo ha de pagar
y no hay quien sepa si mañana habrá
el día del futuro o no lo habrá,
oscuro es más saber al paso de Fortuna
hacia ese norte de palabras fijas
que en silencio y en muerte llegarán,
que al ser mortal lo aborda sólo, o debe,
pensamiento mortal, pues la preocupación
como el otoño la existencia eclipsa
y vida así no es vida sino desgracia.

estrofa 4
¡Oh, corazón y mano mía
que soportado tanto habéis!
En este argentinado ocaso sólo
tornasolado lienzo en torno va
como una escena de descenso y viaje
a las moradas sin sol de los de abajo.

antistrofa 4
¡Oh, desgraciado corazón!
Tanto y tanto en los surcos de la tierra
en silencio quedó, y lo incompleto
que en Dionisos dejé es esa misma furia
que a Penteo renegado fin dio.

épodo 4
Que duden los que así gustan dudar de todo,
que al final sólo dos destinos quedan,
la vid eterna, y abatido, Penteo,
que muchos hay cual él
pues para ellos no habrá tablillas tracias
que los nombre – o salve – o cure.

estrofa 5
Batallas uno ve – de allí proviene
el canto y el lamento, héroes muertos
y cobardes que viven la traición
o la mendacidad de haber creído
míseros cantos y epopeyas vanas
que ante la muerte de Patroclo no
Menelao valiente fue, o digno
del postrero laurel en canto vuelto,
que ante la muerte honor no hay, ni vida
que alcance el canto.

antistrofa 5
Que honor después de muerto es una infamia
y si perdura el polvo en los senderos
en que la guerra y lo cadáver se alzan
pues que el alma del hombre, si ha salido
una vez de los labios, no se gana
a fuerza da valor, ni se conquista
ni ya es posible que de nuevo torne
al corazón, entonces retornad
al templo sobre el monte donde todo
lo que ahora sólo es vacío y sed
se vuelva alguna vez lo que ahora ven
los ojos que son voz del gran vacío
y que al Panteón rodea – no ya esperen
ver arruinada la soberbia Ilión.

épodo 5
A veces han llegado cantarinas
las abejas y su arpón de preguntas
“¿Y si la vida fuese acaso muerte,
o muerte inadvertida, y la muerte
fuese sólo la vida de ultratumba?”
De vez en vez llega el siroco raudo
como una exhalación que todo abrasa
y en este sitio que es memoria y templo
los ojos van a los papiros plenos
y en gozos y perpetua sed se hunden
de vislumbrar horizontes y fiestas
que en otro tiempo festejaron hombres
de los que nada tiempo y noche saben.

estrofa 6
Así son los ocasos memorables
– exiguo premio entre remotas sombras
que de la vid apenas fruto son –
y a cada oscurecer nacer le sigue,
y la palabra en semen, o en papiro,
no es sólo basamento y fútil juego,
como la vid se enreda y abre el suelo
a fin de despertar la oscura vida
que a alguno pertenece – –

antistrofa 6
De vez en vez la tarde miras
y el artificio de la vida buscas
y sabes bien que en juego está la escena
y en el proscenio ves una persona
que la vida busca ser y sólo es una vida,
apenas percepción de lo que el hombre es.

épodo 6
A cada tarde otra sigue y otra,
y al acabar la tarde, cada tarde,
puede seguir la escena y sus adioses,
seguir ocasos pueden ya dispuestos
aquí llegando y en penumbras dando
un parlamento más, una palabra
que sólo lo mortal y su eco quedará.