Mis estimados cero lectores, ustedes recordarán que la primer entrada de este año en este blog fue un poema que escribí en noviembre del año pasado. Escribir poesía no es una labor que esté relacionada con la producción en masa, con las exigencias de eso que, por necesario, no deja de oponerse a los tiempos de la creación: la vida productiva. Pese a existir un sistema nacional de creadores, éste se halla más cercano a la producción en masa, a la vida productiva, que a la verdadera creación, no sujeta a tiempos ni horarios, pero sí a una enorme dedicación y entrega que poco tiene que ver con tiempos, con premios, con becas, con nombres, con figuras mediáticas, con prestigio, en fin: con la vida literaria, tal y como muchos la entienden. Un ejemplo de una actitud centrada en esta entrega y dedicación, y no lo menciono por falsa humildad sino porque se trata del ejemplo que más a la mano tengo y que mejor conozco, es la mía misma. Ustedes recordarán que aquel poema, Eurípides en su último día (http://jmrecillas.blogspot.com/2007_01_01_archive.html), estaba fechado en noviembre de 2006. Debo decir algo que, estoy seguro, muy pocos escritores (poetas o novelistas) podrían decir de su propio trabajo: estoy escribiendo justa y precisamente el tipo de poesía que deseo, no la que pueda. Ello ha significado, en este caso específico, largos y extenuantes procesos de elaboración. Es el caso del siguiente poema, el subsiguiente en tiempo, al mencionado de noviembre del año pasado, escrito el pasado 1 de agosto. Casi diez meses de diferencia entre uno y otro. A ustedes corresponde la lectura e interpretación del poema, cuestionarse qué están leyendo, cómo lo están leyendo, y si las preguntas que se hacen al respecto son pertinentes, si a través de ellas logran iluminar su propia lectura. Eso les dirá que lo han leído adecuadamente. No importa qué me haya movido a escribirlo, ni cuál haya sido mi intención (que la hubo, por supuesto, la cual me resulta muy clara), y por ende no importa lo que yo pueda decir al respecto. Buena lectura, mis queridos cero lectores.
Pirítoo entre las sombras
Estas sombras que ves no sombras son,
apenas un hundirse de hojas
en el húmedo telar de la noche;
un lento atardecer mejor sería entre las manos
o la cabeza reposar en sueños
y así mejor mirar lo que se va,
lo que de uno en otros queda…
olvido…
o fragmentos…
un desvanecimiento.
A ti que vi por última ocasión
dejar en el vacío mi extendida mano
a fin de remontar el horizonte
que sólo los Supremos cruzar pueden
recuerdo en esta noche desbordada
y apenas sé a quién recuerdo…
No el Hades que conoce quien historias lee me condena a cada instante
otro me rodea que ya antes aquí estaba.
Aquí Cerbero no hace falta ni óbolo que alguno ofrezca o traiga.
No será por Cronos que el pasado o lo vivido borrados queden
si todo es un desvanecerse en un vacío empíreo
que a veces entre comensales se comparte inesperadamente
y en intervalos las historias entremezcladas quedan.
Non, io non mi pento!
A ti te espero… hermano de destino.
Siempre he dicho que la rima no es lo mío. Buen poema, sin dudas. Saludos.
ResponderBorrarMuy buen poema con aliento clásico y buen uso del hipérbaton.
ResponderBorrar