martes, febrero 21, 2006

Un apunte sobre la responsabilidad, compartida, del acto de leer

Como habrán visto, mis amables cero lectores, he sido descubierto. En efecto, las pasadas reflexiones son una poética, un atisbo a ese libro de ensayos que deseo preparar. Naturalmente, es demasiado pronto para hablar de un libro en forma, pues primero debe concluirse el mismo, o más bien, la reflexión que le da origen y sentido. Apenas van dos ensayos de ese libro. Agradezco también su paciencia para las largas reflexiones, por cuan repetitivas puedan serlo, pero evidentemente, el tema también lo amerita. Sólo agregaré que algunos temas ya han sido esbozados, y otros faltan por plantearse. De los primero, está el de la erotización de la escritura, o más bien, su feminización. Tema difícil, peligroso, y que puede resultar políticamente incorrecto, y que requiere de una cuidados aproximación. Hay otros que faltan: la función de la crítica, la construcción de la tradición, la responsabilidad de ustedes, mis cero lectores, el ejercicio de la traducción, los vasos comunicantes entre tradiciones lingüísticas, y otros que no sé en qué momento se me aparecerán mientras desarrollo estos temas. También ustedes pueden sugerir temas —ésa es parte de la responsabilidad lectora que todos compartimos, y que en otros ámbitos no podemos ejercer por la naturaleza misma del espacio disponible: revistas, suplementos, programas de televisión.

Así pues, mis cero lectores, agradezco su paciencia, y puedo garantizarle a cada uno de ustedes que es tomado en consideración lo que digan o dejen de decir, y sólo les pido un poco de paciencia, pues reflexiones como las que involucran este asunto no se dan en maceta, y a veces es necesaria una pausa. A todos, una vez más, mis cero lectores, gracias mil.

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