miércoles, enero 18, 2006

Compasión y ternura, entre otras cosas

Había dicho en el post previo que me proponía comentar el que me dedicó Daniel Espartaco. Y quiero hacerlo por la importancia de lo que menciona, porque no es algo de lo que hablen los escritores que nos rodean, más contentos con la frivolidad del morbo.

Efectivamente, tiene toda la razón Espartaco cuando señala que la obligación del escritor es ser compasivo. No tolerante, ni políticamente correcto, o incorrecto, sino compasivo. Creo que fue Hans Jürgen Baden quien dijo que aquel que desprecia el mundo, la vida o al hombre, probablemente sepa muy poco lo que sea cada uno de ellos. Este sentimiento de hastío que caracteriza a no pocos de nuestros escritores relativamente jóvenes es sólo una pose para ocultar la falta de compasión, de una visión verdadera de mundo. Que Espartaco nos recuerde esta obligación del escritor es de fundamental importancia.

Pero quizá habría que ampliarlo no sólo al medio literario, sino al artístico en general. El morbo no es exclusivo de este ámbito. Incluso en el cine esto es más visible. No debe extrañar que tanto cretino alabe a Quentin Tarantino, un cineasta que sólo sabe contar historias donde la violencia y el morbo campean por igual. Y la diferencia no podría ser mayor, por ejemplo, con Clint Eastwood y su obra maestra Million Dollar Baby, película donde la compasión no podría ser más evidente ni más contundente.

No es casual que Espartaco mencione a cinco escritores rusos como ejemplos (yo diría epítomes) de esa compasión literaria que la era nos demanda. Y también le asiste la razón cuando dice que “Escribir y vivir son una misma cosa, leer es parte de la experiencia”. ¿Qué quiere decir con esto Espartaco? No la pose de Si no puedo escribir no sé qué haría, tal vez me mataría, sino la de quien ha vivido la vida y ésta le ha enseñado que la escritura es una actividad más de la cual se puede o no vivir, pero no la única, no la última ni la mejor, ni la más importante. Recuerdo que Claudio Magris, en su Danubio, dijo, al referirse a Musil, “quizo escribir un Evangelio, Dostoievski casi lo escribió”.

Esta actitud de hastío, de abierto o solapado desprecio hacia los demás, es sólo un síntoma de una enfermedad del alma para la cual no hay medicinas ni recetas, y a veces pienso que ni solución. No hay prótesis que ayude a quien tiene mutilada el alma y sólo se mueve por antojos mezquinos.

Por eso mismo hablaba en el post previo acerca de la ternura. La tenerezza, en buen italiano. Entre nosotros, es decir, entre quienes hoy escriben o dicen escribir, ¿quién podría hoy en día escribir algo acerca de la ternura? ¿O del amor? ¿O de la felicidad, de la dicha? Esa sería una seria prueba de compromiso moral, en el sentido que Espartaco señala, en el mismo sentido en el que creo yo hablo. Yo ya tengo mis respuestas a estas interrogantes. Falta saber la de cada uno de mis cero lectores.

Por lo pronto, hasta aquí dejo mi comentario y recado a Daniel Espartaco, a la espera de retomar ésta y otras reflexiones concernientes con el acto de escribir y crear, la literatura.

1 comentario:

  1. Anónimo1:56 a.m.

    Saludos de un confeso ignorante lector. Una pregunta: Debido a mi ignorancia desconozco la extension de tu obra publicada. Existe una lista en algun lado en internet donde pueda consultar lo que has publicado? La razon es que me gusta tu estilo y quisiera leer algo tuyo en papel.
    Saludos

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